EN 1983, UN HOMBRE EVITÓ UN DESASTRE NUCLEAR Y SALVÓ AL MUNDO

Stanislav Petrov contó esta increíble historia solamente 10 años después de lo sucedido.

Por Joan Castañeda


De no haber sido por la intuición de un joven soldado soviético, nuestro planeta probablemente habría padecido un conflicto con consecuencias nefastas, una Tercera Guerra Mundial, un desastre nuclear en toda regla.

Hablamos de algo que ocurrió en la Unión Soviética el 26 de septiembre de 1983, un día extremadamente importante para la historia de toda la humanidad. De no haber sido por la intuición de un oficial soviético, la especie humana habría sido aniquilada.

La posición, el cargo y la responsabilidad de Stanislav Petrov, soldado de la URSS,  le obligaban a seguir el protocolo, en el momento en que el radar que tenía delante señaló el lanzamiento de cinco misiles nucleares estadounidenses. Petrov debería haber alertado a sus superiores e iniciado un procedimiento claro: contraatacar con un ataque nuclear a gran escala. En resumen, debería haber activado el protocolo de destrucción mutua. Probablemente, el fin de la humanidad.

Sin embargo, aquella mañana Stanislav Petrov se dio cuenta de que la máquina – por muy programada que estuviera para ser precisa – se había equivocado. El soldado utilizó lo que la máquina no tenía: la capacidad humana de analizar todo el contexto y la razón, más allá de los datos en concreto. Petrov sabía que cinco misiles eran muy pocos para un ataque nuclear, la máquina no. 

Petrov intuyó entonces que se trataba de una falsa alarma y, cayendo en una negligencia voluntaria, tomó la difícil decisión de no informar a sus superiores acerca de lo que estaba ocurriendo.

En una entrevista concedida a la BBC en 2013, Petrov relató lo que pasó en las primeras horas de aquel día. Según palabras de Petrov, «Todo lo que tenía que hacer era alcanzar el teléfono para llamar por la línea directa a nuestros altos mandos, pero yo no pude moverme. Me sentí como si estuviera sentado en una sartén caliente».

El protocolo decía, muy claramente, que la decisión tenía que ser sobre la base de las lecturas de los datos de la computadora. Y esa decisión, en aquellos “eternos” instantes, correspondía a él, el oficial de guardia.

Otro dato curioso es que Petrov era el único oficial de todo su escuadrón que había recibido educación civil. «Mis compañeros eran soldados profesionales a los que se había enseñado a dar y obedecer órdenes», relató.

En lugar de informar a sus superiores, Petrov decidió presentarse ante el oficial de guardia de su cuartel general y le habló de una anomalía en el sistema. Si se hubiera equivocado, la primera explosión nuclear se habría producido unos pocos minutos más tarde. «Veintitrés minutos después me di cuenta de que no había pasado nada. Si hubiera habido un ataque real, lo habría sabido. Fue un gran alivio», declaró a la BBC.

Posteriormente se llevó a cabo una investigación sobre el incidente. El resultado fue que los satélites soviéticos habían identificado erróneamente la luz solar que se reflejaba en las nubes como motores de misiles balísticos intercontinentales.

Stanislav Petrov se mantuvo en silencio durante 10 años, hasta que después del colapso de la URSS la historia se hizo conocida. «Pensé que era una vergüenza para el ejército soviético que nuestro sistema fallara de esa manera», dijo en la entrevista con la BBC.

Una pregunta que nace de forma espontanea es: ¿y si no hubiera habido ningún ser humano delante de las pantallas de los radares soviéticos aquel día? ¿Y si sólo hubiera habido máquinas conectadas entre sí, programadas para tomar decisiones sobre la base de instrucciones, algoritmos y datos predefinidos?

El hombre que evitó una catástrofe nuclear y salvó al mundo en 1983 murió en relativo secreto el 19 de mayo de 2017.

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¡Buena lectura!

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