Adrenalina, desconexión, parajes de ensueño, una práctica fresca, joven, y sobre todo ecológica, respetuosa con el mar y con el medio ambiente. Hablamos del surf.
Por Kevin “Big Ben” Walker
Las sensaciones que regala el surf, te harán querer estar cada vez más metido en el mar. El surf refleja un estilo de vida maravilloso: una filosofía antes que un deporte. Amor por el mar, pasión por la libertad. Una pasión hecha de largas esperas y instantes de pura adrenalina disfrutando de la energía de las olas.
«Las olas son el campo de juego. La última meta. Son el objeto de tus deseos y de tu más profunda admiración. Pero también son tu adversario, tu némesis, tu enemigo mortal. La ola es el refugio, tu escondite feliz, pero también un territorio salvaje y hostil, una realidad indiferente y dinámica» escribió William Finnegan en su maravilloso “Barbarian Days. A Surfing Life” (Años salvajes. Mi vida y el Surf, Libros de Asteroide) libro que ganó el premio Pulitzer en el 2016. William Finnegan, columnista del New Yorker y reportero de guerra, pasó su vida sobre las olas. Y en su celebre libro, a través del cual nos cuenta de su vida repleta de viajes, experiencias y “días salvajes”, nos habla de un amor devoto e incansable por el surf, una pasión que a lo largo de los siglos se ha difundido entre la gente de los mares y entre los océanos de todo el planeta.
«El mar es agua bendita y el surf es meditación» fue el lema de Carole Schuldt, una figura icónica para generaciones de surfistas. Carole fue rebautizada por la comunidad del Surf, como «reina de Ocean Beach», por el nombre de la playa de San Francisco desde la cual dispensó su amor por el mar y por las olas, desde que era una niña rebelde hasta sus últimos días, a los 85 años.
La emoción que generan las olas en quien surfea es algo único y difícil de describir. Después de cada caída te levantas y vuelves. El surf es sentido de libertad, una pasión irrefrenable y búsqueda constante de un enfoque auténtico de la vida. Una historia de amor, con sus picos y con sus tropiezos. Una vida que en la realidad no siempre se parece a una canción de Beach Boys, salpicada de «buenas vibraciones», de cuerpos esculpidos, sol, playas y chicas en bikini. Sin embargo, es algo que siempre vale la pena, al igual que cualquier actividad que implique frecuentar desde el respeto a la Madre Naturaleza.
El surf, un deporte que a menudo se acerca a una experiencia mística, en muchos casos a una hazaña extrema, pero siempre con la adrenalina resultante de la ilusión de domar la fuerza del mar. O por lo menos de convivir con ella.
Surf, en hawaiano he’e nalu. ¿El significado? Deslízate sobre las olas.
En 1777, estando en Tahití, el explorador James Cook observó a un hombre que se dejaba transportar por las olas. Cook fue el primer europeo en disfrutar del espectáculo que supone ver alguien surfear. Sus palabras, escritas en su diario, reflejan el estupor y la emoción que el ingles sintió en aquel momento: “Mientras observaba a ese nativo encima de una especie de pequeña canoa, y las largas olas de Punta Matavai, no pude evitar concluir que aquel hombre sintió la más sublime de las emociones, al ser arrastrado con tanta velocidad por el mar”.
Un año después, cuando el explorador llegó a las islas Hawái, vio a otros hombres, de pie, encima de tablas de cinco metros y medio de largo, deslizándose sobre el agua.
Sabemos que antaño esta disciplina fue un asunto profundamente espiritual: desde el arte de “cabalgar” las olas hasta la oración por una buena navegación, pasando por los rituales que rodeaban la construcción de las tablas.
No fue solo una actividad recreativa, sino también un desafío para los líderes hawaianos y un medio para resolver sus conflictos. los reyes presumían de ser los más hábiles y los más competentes; contaban con playas personales donde solo surfeaban con miembros de la misma clase social, y nadie se atrevía a meterse al agua con ellos. La gente común que practicaba el surf, no disfrutaba de privilegios especiales en los círculos reales, y solamente a través de sus capacidades y de su resistencia física, podía ir ganando el estatus de «jefe».
Desde aquella época han pasado siglos. Y el surf ha evolucionado, conquistando a jóvenes y menos jóvenes de todo el mundo, que comparten el amor por el mar y que han caído frente a la seducción irresistible de todo lo que el surf brinda a sus incondicionales: adrenalina y sentido de libertad, desconexión, parajes de ensueño, una práctica fresca, joven, y sobre todo ecológica, respetuosa con el mar y con el medio ambiente.
Para acercarte al surf, a su filosofía, nada mejor que dar una buena escuela. Y, una vez estés en la playa donde darás tus primeros pasos en esta disciplina, enfrentarte al gran esfuerzo, tanto mental como físico, que supone el llegar a tomar confianza con las olas. Mucho compromiso y dedicación constante son “ingredientes” imprescindibles que hay que tener en cuenta a la hora de implicarse con el surf.
Otra sugerencia importante: surfea lo más posible. Cualquier deporte requiere muchas horas de entrenamiento hasta llegar a ver buenos resultados; lo mismo ocurre con el surf. La perseverancia es una de las claves del éxito. Si lo que pretendes es que tu nivel de surf aumente, debes tener paciencia y pasar mucho tiempo en el agua. Es fundamental practicar de forma constante y no importa cuantas veces te caigas de la tabla o cuantas veces falles una maniobra, lo importante es levantarte y volver a intentarlo. A veces puede ser frustrante, pero acabaras viendo cuanto la perseverancia vale la pena.
Algo muy importante, para no decir fundamental, para quienes quieren aprender: nunca te olvides que lo más importante es divertirse. Si te diviertes surfeando, disfrutarás de cada instante que pasarás con tu tabla en el agua, vivirás todo con esa buena actitud típica que envuelve el surf y estarás preparado para afrontar cualquier reto en las olas con la mejor energía. De esta forma, seguro podrás superar todos los obstáculos. No olvides que surfear es pura diversión. Y cuanto mejor será tu surf, más diversión tendrás en el agua.
Algunos consejos para principiantes… Toda actividad en la naturaleza conlleva reglas que deben ser respetadas y el surf no es una excepción. Las corrientes están siempre presentes y deben ser conocidas y aprovechadas. Si te encuentras en medio de la corriente, no pierdas la calma y quédate tumbado sobre la tabla, espera a que una ola te lleve de vuelta a la orilla. En casos extremos, pide ayuda a otros surfistas.
No olvides tu responsabilidad ecológica con el planeta, al salir de la playa tienes que dejar todo como lo encontraste.
Prioridades: el surfista que coge la ola en la parte más interior tiene prioridad sobre la ola. Ten cuidado de no crear accidentes y problemas para los demás.
Los surfistas locales tienen prioridad sobre los visitantes, siempre. Y tienes que esperar tu ola después de ellos.
Como ya mencioné antes, comienza a surfear con la ayuda de una Escuela de Surf y con un instructor experimentado que corrige los malos hábitos. Es fundamental.
Entrena entre las espumas, el primer paso para surfear las olas.
No tengas prisa, con convivencia y mucha práctica llegarás más lejos. El surf es un deporte que se aprende de forma más lenta con respeto a la gran mayoría de las demás disciplinas deportivas. Y conlleva pasar mucho tiempo en el agua. Mucho tiempo.
Un dato más a tener en cuenta: la práctica del surf puede traer muchas ventajas, entre ellas encontrar nuevos amigos, conocer lugares encantadores, estar en contacto con la naturaleza y los elementos, compartir experiencias y conocimientos, ¡divertirse! Pero, una de las mayores ventajas es la de los beneficios físicos que puede aportar este deporte. Además de relajar, un entrenamiento aeróbico se combina con tonificación muscular, quema de grasa y fortalecimiento muscular. También beneficia el sistema cardiovascular, los músculos de los brazos y los hombros, aumenta la resistencia, la coordinación y el equilibrio. Es un deporte bastante competitivo.
Hablamos de cine: una forma muy cómoda para adentrase en el mundo del surf y en su filosofía de vida. En los años 50 en Estados Unidos, las películas dedicadas al surf tomaron fuerza y popularizaron el deporte en todo el mundo. Entre las más famosas a destacar:
Hawaiian Surfing Movie (1953),
Gidget (1959),
The Endless summer (1970),
The Great Wesnesday (1970), la preferida por el equipo de Slocum Magazine,
Bodhi (1990),
La gran ola (1999).
Hablamos de música. El surf también ha inspirado muchas canciones. El 3 de agosto de 1963 entró en las listas de éxitos la canción «Surfer Girl» de los celebres Beach Boys. Fue la primera canción escrita y producida por el cantante Brian Wilson. La relación de los Beach Boys con el surf es mitica, a pesar de que los miembros de la banda en realidad nunca fueron aficionados a las olas. Sus otras canciones famosas dedicadas al surf son ‘Surfin’ Safari’ y ‘Surfin’ U.S.A.’.
El grupo californiano se convirtió en la banda sonora perfecta para toda la cultura del surf de los años 60, un movimiento juvenil que elevó este deporte a un auténtico fenómeno de estilo de vida.
Brian Wilson, cantante de los Beach Boys, escribió «Surfer Girl» cuando sólo tenía 19 años, mientras conducía hacia un puesto de perritos calientes y de repente tenía toda la melodía en la cabeza. Una vez en casa, unió las piezas y nació uno de los singles más exitosos de los Beach Boys. Desde las playas californianas de Malibú y Santa Mónica, la cultura juvenil del surf se extiende por todo el mundo. Al ser un instrumento ligero, fácil de transportar y emocionante de usar, nació un fenómeno juvenil muy especial, bajo la bandera de un estilo de vida despreocupado.
A lo largo de los años, el surf ha inspirado muchísimas canciones, como ‘Surfin’ Bird’ de los Trashmen, ‘Surf’s Up School’s Out’ de Queen y varias canciones de Jack Johnson y The Drums. El surf crea su propio lenguaje, con expresiones inglesas como «surf’s up» para indicar que el mar está apto para surfear, y su propio «código de vestimenta», con gafas de sol Ray-Ban, camisetas y vaqueros blancos. El viaje en busca de la ola perfecta también influye, desde California, en el resto del mundo, desde Sudáfrica hasta Australia, y se expresa principalmente a través de películas, revistas y música.
Una de las primeras canciones de surf es «Let’s Go Trippin'» de Dick Dale and the Del-Tones (1961), el propio autor era surfista y desarrolló un particular estilo sonoro que combinaba influencias de Oriente Medio y efectos de reverberación para imitar con su guitarra los sonidos en cascada de las olas. Dale hizo otro himno del surf, «Misirlou», en 1962, y la «música surf» continuó con muchos grupos principalmente instrumentales hasta la llegada de los Beach Boys. Sus típicas armonías vocales les hicieron mundialmente famosos, hasta el punto de rivalizar con los Beatles, y son innumerables las canciones de temática surfera y veraniega, sin olvidar «California Girls», de 1965.
Sin embargo, la “Surf Music” no se detiene en los años 60 y ha influido también en muchos artistas posteriores, desde Jack Johnson (también ex surfista), hasta los Ramones y U2. Los ingredientes son siempre los mismos: música enérgica, ligera y joven, con un ambiente claramente veraniego.