UNA CIUDAD MÁS VERDE, MÁS CONFORTABLE Y MÁS SOSTENIBLE

La ciudad sostenible es un nuevo modelo organizativo que integra el transporte, el uso del suelo con la producción, la cantidad de zonas peatonales y verdes, y el consumo de todo tipo de energía.

Por Vega López de la Cruz


Si hasta hace unos años la ciudad ecológica era solo un espejismo, hoy son muchos los ejemplos de barrios y de ciudades eco-sostenibles que apuestan por integrar la movilidad de los ciudadanos dentro de un paradigma verde que prevé las nuevas tecnologías y la conexión con todos los espacios verdes urbanos.

¿Qué hace que una ciudad sea sostenible? En el ranking de ciudades sostenibles hay algunos elementos «inteligentes» que no pueden faltar. Los requisitos para convertirse en una ciudad inteligente van desde las tecnologías más innovadoras hasta el cambio de hábitos de los ciudadanos.
Lo que define una ciudad sostenible y los requisitos fundamentales para que este modelo no se quede en una mera utopía son:
Barrios y hogares donde los sistemas electrónicos controlan la calidad del aire, el agua y las temperaturas de los edificios. Internet puede permitir la gestión integrada de cada componente doméstico y optimizar todos los consumos, incluso con control remoto;
Huertos urbanos y espacios verdes como, por ejemplo, cubiertas verdes, capaces de absorber el CO2 producido y aislar térmicamente los edificios tanto en verano como en invierno;
Gestión de las esperas a través de la aplicación para brindar servicios eficientes a los ciudadanos para comprar o pagar facturas y la posibilidad de ofrecer un trabajo inteligente para reducir la contaminación y el tráfico en las ciudades. Cada pago se puede realizar a través de la web, o en todo caso de forma completamente digital, y espacios de coworking presentes en todas partes;
Una administración pública que utiliza solo documentos digitales para detener la deforestación y opta por no producir más desperdicios de papel inútiles;
Colaboración entre los ciudadanos, las administraciones públicas y los organismos encargados de hacer cumplir la ley para mantener el decoro urbano y garantizar el pleno cumplimiento de las normas. Decoro urbano implica también limpieza de las calles y más espacios verdes y peatonalización de las calles;
Utilizar cualquier tipo de tecnología aplicada al ahorro energético como sistemas fotovoltaicos, micro-eólicos y sistemas solares térmicos;
Premiar a los ciudadanos virtuosos que realicen correctamente la recogida selectiva de residuos y multar a los que no lo hagan. Otra idea también podría ser dotar a las calles de contenedores inteligentes que avisen a la oficina central local cuando estén llenos, para optimizar también la movilidad del servicio de recogida;
Incentivos para quienes eligen la movilidad sostenible y la provisión para los ciudadanos de transporte público ecológico, servicios de uso compartido de automóviles y taxis eléctricos;
Regular el uso del suelo mejorando las estructuras existentes y poniendo a disposición de los constructores las últimas tecnologías en el sector, para rediseñar las ciudades en clave verde.

La posibilidad de crear países enteros eco-sostenibles ya no parece tan lejana y hay quienes esperan, para el 2030, una reducción de las emisiones de CO2 de más de mil millones de toneladas: en definitiva, lo importante es conseguir que las ciudades verdes aumenten y sean siempre más verdes.

¿El objetivo? Una movilidad pública y privada eficiente y ecológica, más áreas verdes, zonas peatonales y carriles bici reservados para bicicletas y vehículos eléctricos, así como una mayor concienciación por parte de las instituciones. Potenciar ciudades inteligentes y verdes, y la movilidad inteligente, trae grandes beneficios en cuanto a salud de los ciudadanos, calidad de vida e incluso beneficios económicos, como demostrado en muchos ejemplos de ciudades que en los últimos tiempos han apostado por la sostenibilidad y el medio ambiente en sus gestiones.

Además, en este preciso momento histórico, a través de las actuales condiciones de mercado favorables en cuanto a inversiones el sector de la sostenibilidad, y a través de la ‘Green recovery’ o recuperación verde, una oportunidad para impulsar la transición hacia una economía verde, los gobiernos y las instituciones locales pueden levantar la economía apostando por la ecología y por unas ciudades más verdes y sostenibles. No hacerlo, equivaldría a perder una ocasión histórica, que puede ser muy beneficiosa para todos.

Está previsto que las grandes ciudades crezcan de forma significativa en los próximos años. Una mayor densidad de habitantes debe ir acompañada de una adecuada calidad de la vida. La vegetación urbana está llamada a desempeñar un papel fundamental en este sentido, así como la peatonalización de algunas zonas y como el aumento del transito “dulce” (circulación de los coches limitada a los residentes de determinadas zonas o barrios). Medidas que se están actuando de forma contundente en las ciudades más civilizadas, modernas y avanzadas.
Los cambios climáticos en curso se pueden abordar y reducir gracias a árboles y zonas verdes que pueden aportar una acción muy beneficiosa de diferentes maneras.

Por esas razones apostar por modelos de ciudades verdes es una decisión ganadora. Es imposible imaginar una ciudad ecológica que no implique una presencia significativa de verde urbano. Muchas realidades urbanas se conciben con un enfoque teóricamente atento al entorno, pero luego hay una tendencia a orientar la transformación urbana hacia la densificación.
Tenemos que pensar en una naturalización de la ciudad en forma de espacios verdes individuales y públicos e imaginar sistemas de redes de la naturaleza dentro de la ciudad.

¿Cuáles son las posibles intervenciones para mejorar las áreas verdes urbanas? Es necesario crear espacios verdes de cierta importancia, parques y jardines públicos, pero también crear intervenciones privadas, cubiertas e infraestructuras verdes verticales y crear elementos infraestructurales de conexión entre ellos.
En este último sentido, según los ejemplos existentes y según los expertos, es fundamental dotar a las ciudades de vías verdes: deben ser consideradas auténticas carreteras verdes dentro del tejido urbano, que puedan contribuir a mejorar e incrementar la presencia de plantas, creando al mismo tiempo corredores ecológicos, donde las especies animales y las plantas pueden vivir y moverse dentro de la ciudad.

Llegar a esta idea de urbanismo es un proceso difícil de llevar a cabo, especialmente en aquellas ciudades donde existe una idea bastante poco estática del urbanismo y del decoro (por ejemplo, ciudades donde se presta poca atención a la posibilidad que puedan tener los ciudadanos de pasear tranquilamente, sin tener que recorrer aceras estrechas e incomodas, a menudo sucias y con la presencia de elementos urbanos que estorban y dificultan el paso, beneficiando así a unos pocos coches que puedan aparcar o circular).

En cualquier caso, el verde es necesario. ¿Por qué? Su presencia no solo es importante por razones estéticas, sino que en realidad existen varios beneficios objetivos.

La Organización Mundial de la Salud ha informado que para una vivienda adecuada y, por lo tanto, para la salud urbana, las personas no deben vivir a más de 300 metros de un espacio verde. Esto se aplica, por ejemplo en Vancouver (Canadá) donde se ha realizado un diseño dedicado.

El verde mejora la calidad del aire: los árboles, las hojas y el césped trabajan para interceptar los contaminantes y reducirlos. Es un papel fundamental, ya que el “aire malo” provoca miles de muertes. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, la cantidad de muertes prematuras atribuibles a la exposición a partículas finas (PM2.5), ozono y dióxido de nitrógeno es abrumadora.
Una planta adulta puede capturar hasta 250 gramos de polvo fino del aire y una hectárea de plantas elimina unos 20 kilogramos de smog por año.
A partir de aquí entendemos la acción beneficiosa de la vegetación, que ayuda además a reducir la contaminación acústica, el segundo factor de riesgo ambiental más importante en Europa. Más verde urbano también se traduce en mayores ahorros de energía. Las plantas, de hecho, ayudan a reducir las temperaturas en verano, a través de la evapotranspiración. Menos calor significa menor consumo para refrigeración, en los meses calurosos. Y en invierno, por otro lado, la vegetación mitiga el frío, limitando la dispersión del calor y el efecto de la inversión térmica (calor dispersado por la radiación de la superficie terrestre).

El verde también juega un papel importante en la regulación del ciclo del agua. En las últimas décadas, la impermeabilización progresiva de las superficies urbanas ha minado esta posibilidad: apoyarse en más espacios verdes permite un efecto regulador y también permite reducir los tiempos de correlación, es decir, el tiempo en el que una sola gota de agua se mueve dentro del ciudad. Esto significa reducir el riesgo de inundaciones que son más frecuentes en la actualidad con el cambio climático.

En particular, es necesario centrarse en las cubiertas verdes, desarrollando soluciones de cubiertas verdes extensivas en el entorno urbano capaces de jugar un papel ambiental importante sin sobrecargar los costos de quienes tienen que crearlas. También permite la filtración y la depuración de agua de lluvia, que se puede utilizar a través de sistemas de recuperación de agua para diversos usos (riego de jardines, sistemas de baños sanitarios), evitando así el desperdicio de agua potable.

Las ciudades verdes también son buenas para la salud y la economía. El verde mejora la calidad de vida, reduciendo la degradación e incluso la delincuencia: varios estudios han demostrado una disminución significativa de la delincuencia frente al aumento de la cobertura arbórea. Nuestro entorno y lo que vemos y percibimos de el puede mejorar nuestra actitud frente a la vida y frente a los problemas que puede conllevar.
Pero también tiene efectos beneficiosos sobre la salud, ayudando a recuperarla. Algunos países incluso exigen explícitamente la presencia de arquitectos paisajistas o agrónomos en el diseño de hospitales porque se ha constatado que existe una relación importante entre la presencia de vegetación y una curación más rápida de las personas en comparación con los hospitales donde la presencia de plantas es poca o nula.

Además, las ciudades más verdes son una panacea para la economía: los activos inmobiliarios que tienen un buen porcentaje de verde, cuentan con un valor muy superior.

Por lo tanto, queda por entender cómo se debe elegir el verde adecuado para el tejido urbano. Es necesario considerar una serie de elementos técnicos en la selección de especies útiles para el verdor urbano: el primer criterio debe tener en cuenta la correcta adaptación ambiental, eligiendo plantas autóctonas o en todo caso aptas para vivir en un clima específico.
También es necesario elegir los árboles, evitando especies que suelen tener un marcado desarrollo de la copa o caracterizadas por raíces muy pronunciadas e invasoras.
Se debe prestar la misma atención a la elección de plantas capaces de producir grandes cantidades de polen, que provocan alergias en las personas. También es importante pensar en criterios de selección que sean capaces de contener los costes de gestión del verde tanto como sea posible, en términos de mantenimiento.

En cuanto a las ciudades de Europa con más verde (teniendo en cuenta a los parques y a los jardines), esto es el listado de las que más destacan: París, Ámsterdam, Roma, Estocolmo, Milán, Praga, Dublín, Viena, Varsovia, Barcelona, ​​Londres, Oslo, Helsinki, Lisboa, Bruselas, Zúrich, Reykjavik, Bucarest, Edimburgo y Tallin.

En la actualidad, hay algunas ciudades que representan unos valiosos ejemplos a seguir por su gran implicación en la transformación hacia un modelo de ciudad sostenible.

Cero emisiones, parques y zonas verdes, energías renovables, medios de transporte ecológicos, ciclo vías. Estos son solo algunos de los elementos que hacen de algunas metrópolis las ciudades más sostenibles del mundo. Porque un centro urbano no tiene por qué ser necesariamente un concentrado de contaminación.

Estos núcleos urbanos no son solo un conglomerado de individuos, sino también laboratorios de innovación tecnológica y desarrollo sostenible. Espacios donde se pueden poner en práctica proyectos como zonas peatonales, ciclo vías, mejora de la calidad del aire, reducción del tráfico y contaminación acústica mediante sistemas inteligentes.

En resumen, las ciudades realmente pueden desempeñar un papel fundamental en el impulso de la sostenibilidad. Los centros urbanos podrían convertirse en ejemplos virtuosos, manteniendo la fe en las promesas de reducir la huella global y sus impactos en la biodiversidad. Un cambio que no implica comprometer la calidad de vida en la ciudad, sino que incluso apunta a mejorarla.

Sin duda, una de las ciudades más sostenibles es Copenhague. Representa un desafío lanzado al mundo y al futuro: Copenhague será la primera capital carbono neutral para 2025. Un viaje que comenzó en 2009, después de la Cop 15, la conferencia climática de Naciones Unidas organizada en la capital danesa.
La producción de energía está en el corazón del plan 2025. La energía eólica representa actualmente el 55 por ciento, mientras que la biomasa, en la que se centra el municipio, ha superado el 18 por ciento de las necesidades totales.
También es un lugar donde el número total de bicicletas supera el número total de coches. Los beneficios de esto son dobles, ya que la ciudad puede reducir las emisiones de carbono, y el nivel promedio de salud pública es mayor.

Ámsterdam es también una ciudad ciclista y las estadísticas muestran que tiene más bicicletas que habitantes.
Ámsterdam es una combinación perfecta de lo antiguo y lo nuevo, y los que no sean aficionados al ciclismo pueden utilizar los vehículos eléctricos sin problemas, gracias a las más de 300 estaciones de carga repartidas por la ciudad.
Pero esto es sólo la punta del iceberg. De hecho, el municipio de Ámsterdam asegura que los agricultores locales sean asistidos para que la población de la ciudad pueda disfrutar de alimentos orgánicos a cero km.
Los controles sobre la industria son igualmente cuidadosos y apuntan a asegurar procesos de producción que no utilicen colorantes o agentes venenosos que puedan contaminar el agua.

Estocolmo fue la primera ciudad de la UE en ganar el premio Capital Verde Europea. La planificación ambiental coordinada, los grandes espacios verdes y el objetivo de eliminar el uso de combustible para 2050, la convierten en una de las ciudades más limpias del mundo.

Frankfurt es el centro financiero de Alemania, la quinta ciudad más poblada del país. La ciudad también es famosa por tener el bosque metropolitano más grande del país. Se llama Stadtwalt y tiene más de cinco mil hectáreas de bosque, lo que lo convierte en el bosque metropolitano más grande de toda Alemania. Un lugar ideal para quienes quieran relajarse, disfrutar de un buen libro, pero también para quienes quieran dar un paseo en bicicleta o un simple paseo.

Vancouver, por otro lado, cuenta con la menor cantidad de emisiones de carbono entre las principales ciudades de América del Norte.
La ciudad ha trabajado duro para llegar a donde está: en 2010, comenzó a apoyar a los ciclistas con una red larga y evolucionada de carriles bici.
Vancouver también está aumentando activamente la cantidad de puntos de carga para alentar a las personas a usar vehículos eléctricos, y también está proporcionando a los residentes un mercado de fruta y verdura de cero km, de acuerdo con los agricultores locales. También inició varios proyectos de gestión de residuos para lograr que la ciudad esté libre de residuos y de todo tipo de contaminación.

Sacramento, la capital del estado de California, cuenta con un índice de cobertura de árboles del 23,6%.
A pesar de las escasas precipitaciones, especialmente durante los meses de verano, las más de doscientas áreas verdes de la ciudad, son cada vez más grandes. Aunque Estados Unidos es considerado uno de los países que más contribuye a la contaminación global, también existen excelentes ciudades sostenibles como esta, que también se benefician de su proximidad a la Silicon Valley, el corazón de la innovación.

Incluso Johannesburgo, la metrópoli más poblada de Sudáfrica – con seis millones de habitantes – aparece en el ranking de las ciudades más sostenibles. Se extiende sobre un territorio muy vasto: es casi una ciudad jardín con innumerables parques y campos de golf.
También parece que aquí crecen más especies de árboles que en cualquier otra ciudad del mundo y que el bosque artificial más grande del planeta prospera, una característica que lo hace único en comparación con otras ciudades sostenibles. En octubre, cuando estalla la primavera, la ciudad se ve envuelta en una nube violeta y rosada de jacarandas y buganvillas en flor, mientras que tras las lluvias de verano florecen infinitas variedades de flores, que perfuman el aire.

Entre las ciudades más sostenibles del mundo, también está la brasileña Curitiba, orgullosamente llamada la Capital Verde de Brasil.
La ciudad recicla el 70% de sus residuos en energía o productos reutilizables.
Esta ciudad ecológica tiene un sólido sistema de transporte público que ayuda a los viajeros a moverse por la ciudad sin depender de sus vehículos personales.
Curitiba también da máxima prioridad a la planificación urbana con 14 bosques y 16 parques en el área urbana.
Para mantener la ciudad limpia, Curitiba emplea un programa de incentivos que intercambia artículos reciclables e intercambiables por fichas, bocadillos, dulces y dinero en efectivo.

Por otro lado, Milán -que ya cuenta con una de las áreas peatonales más grandes de Europa, a través de sus diez áreas peatonales, fuera del alcance de los automóviles, y de sus 54 calles no solo en el centro histórico, además de un alto porcentaje de carriles para bici- con el modelo puerta a puerta recoge actualmente más del doble de los residuos orgánicos que cualquier otra ciudad europea.
El sistema de gestión de los residuos de Milán tiene uno de sus puntos fuertes en la recogida de la materia orgánica, cuya eficacia consiste en el uso de bolsas de bioplástico biodegradable y compostable, impermeables, higiénicas, transpirables, y adecuadas para el tratamiento en las instalaciones de compostaje y de digestión anaeróbica.
El modelo de recogida selectiva de Milán ha suscitado el interés del C40, una red global constituida por los alcaldes de las mayores ciudades del mundo comprometidas en reducir sus propias emisiones de gas invernadero compartiendo las buenas prácticas, también en la gestión de los residuos.
La compostabilidad de las bolsas  es un factor clave, esencial para asegurar la calidad del material a eliminar.
La recogida de la materia orgánica ha permitido a la ciudad de Milán superar el 50% de recogida selectiva, un dato realmente sorprendente para una gran metrópolis.
En la capital lombarda, en un año, se recogen más de 90 kg por habitante de residuos orgánicos, una cantidad muy importante si se compara con el de las otras capitales europeas.
La materia orgánica “de calidad” recogida en Milán supera el 95%.

Otras ciudades, que al igual que  Milán alcanzan la excelencia en este ámbito, son San Francisco, Liubliana e  Imola.

En España, Madrid y Barcelona pueden presumir de ser las ciudades más sostenibles. Eso sí, queda mucho por hacer y a menudo moverse por las estrechas calles del centro histórico resulta complicado e incomodo por las grandes limitaciones causadas por la presencia de demasiados coches, por la presencia de determinados elementos de mobiliario urbano (véase los bolardos), por la presencia de suciedad y cubos de basura y por lo angostas que acaban resultando las aceras.
Faltan sin duda más calles y plazas con trafico limitado o cerrado para los coches.

Cabe resaltar que en las zonas de las ciudades en el mundo, donde se ha ido implementando la cantidad de comodidad de movimiento para el peatón, el comercio a lo de poco tiempo se ha ido beneficiando de forma considerable.

Ojalá aumente también la cantidad de zonas verdes, y con ellas la calidad de vida y la salud de todos los ciudadanos.

Por último, si todavía no lo has leído, te recomendamos leer este otro artículo dedicado a sostenibilidad: Un estilo de vida sostenible.


Vivimos en la tierra como si tuviéramos otra a la que ir.
-TERRY SWEARINGEN-

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