¿Cuántos habéis pronunciado o escuchado una frase así? Pero, ¿pueden realmente “espiarnos” nuestros smartphones?
Por Alessandro Bonelle
Justo hace un rato hablaba de este producto y ahora un anuncio en el teléfono me lo ha recomendado… ¿Mi teléfono me está espiando? ¿Cuántos de vosotros habéis pronunciado o escuchado una frase así? Pero, ¿pueden realmente «espiarnos» nuestros smartphones? Hay que tener en cuenta algunos factores. Vamos a analizarlos para entender mejor como funciona.
Cuando instalamos una app, se nos pide autorización para acceder a todos aquellos sensores y/o datos que la app necesita para funcionar correctamente.
Algunas apps pueden requerir más autorizaciones de las estrictamente necesarias para su funcionamiento. Es posible, accediendo al apartado «privacidad» de los ajustes, cambiar la lista de permisos que damos a cada app instalada en nuestro dispositivo.
Hablamos ahora de los famosos cookies. Las cookies son archivos que se guardan localmente en el dispositivo del usuario y que un sitio web puede solicitar para acceder a información previamente intercambiada con el propio sitio. Un ejemplo clásico es el del carrito de la compra en los sitios de comercio electrónico, el sitio aunque lo abandonemos y lo volvamos a ver pasados unos días nos volverá a presentar el carrito con los artículos que habíamos introducido anteriormente, esta «memoria» del sitio web es posible gracias al uso de cookies. Nuestras búsquedas en Internet, por tanto, proporcionan información sobre nosotros y es razonable suponer, por ejemplo, que quienes buscan con frecuencia artículos infantiles tienen un hijo de corta edad.
Más cosas a tener en cuenta. La línea que separa la utilidad de la elaboración de perfiles y la violación de la intimidad es a menudo difusa y compleja de identificar. Sin duda, en los últimos años, las grandes tecnológicas han prestado más atención a la cuestión de la privacidad online (pensemos, por ejemplo, en la introducción del banner de aceptación de cookies dentro de los sitios) gracias a la introducción de herramientas que favorecen una elección más consciente por parte del usuario.
Y por último, el consejo sigue siendo dar a las aplicaciones sólo los permisos estrictamente necesarios para su funcionamiento y controlar, en la medida de lo posible, la información que concedemos, pero sin volvernos «locos» o angustiarnos demasiado.