El resultado fue una actuación ambiental, con algo gélido e inquietante, pero también con su propia estructura.
Por Edy B. Morgan
El pasado mes de noviembre, en la Universidad de las Artes de Estocolmo, un ser humano y una inteligencia artificial (IA) tocaron música juntos. La actuación comenzó con el músico David Dolan tocando un piano de cola ante un micrófono. Mientras tanto, un sistema informático diseñado y supervisado por el compositor e investigador de la Universidad de Kingston Oded Ben-Tal, «escuchaba» la pieza, extrapolando datos sobre el tono, el ritmo y el timbre de los sonidos. Luego añadió su propio acompañamiento, improvisando como lo haría una persona. Algunos sonidos eran elaboraciones del piano de Dolan, otros eran nuevas creaciones sintetizadas para la ocasión. El resultado fue una actuación ambiental, con algo gélido e inquietante, pero también con su propia estructura.
La escena -una Inteligencia Artificial y un ser humano colaborando pacíficamente- parece irreconciliable con el debate actual sobre artistas contra máquinas. Es posible que hayas oído que la inteligencia artificial roba las obras de los ilustradores, que de hecho están demandando a empresas como Stability Ai, DeviantArt y Midjourney por violación de los derechos de autor. Sin hablar de los ordenadores que rapean (o al menos lo intentaron: el «robot rapero» Fn Meka fue desechado por su discográfica, Capitol Records, tras las críticas por considerar que el personaje era «una amalgama de burdos estereotipos»).
En la intervención más reciente en el debate, el famoso lingüista Noam Chomsky afirmó que ChatGpt muestra la «banalidad del mal».
Sin embargo, algunos artistas, sobre todo músicos, se interesan discretamente por la forma en que estos modelos podrían complementar la creatividad humana, explorando formas en que las Inteligencias Artificiales y los humanos podrían colaborar en lugar que competir.