Para quienes lo practican, el surf es un ritual sagrado, además de un deporte maravilloso que conlleva el contacto constante con la naturaleza. Y en algunos casos, incluso puede llegar a convertirse en una experiencia mística.
Por Berenice “Mizzy” Lopéz
El surf, una experiencia maravillosa cuya protagonista absoluta es la adrenalina, resultante de la ilusión de domar la fuerza del mar. O por lo menos de intentar convivir con ella.
Lo que llega con fuerza a cualquier apasionado del surf es la visión de una práctica fresca, joven, y sobre todo ecológica, respetuosa con el mar y con el medio ambiente. Y para enamorarse de esta disciplina, no hay nada más que probar, ir a por las olas, perseverar, disfrutar.
Todas las olas son diferentes y cada ola te regalará sensaciones distintas. Algunas te darán emoción, otras miedo, otras felicidad, otras te harán sentir vivo, otras te mostrarán lo débil que puedes llegar a ser. Pero, lo cierto es que cada ola será para ti como escribir un cuento. Un cuento intimo e irrepetible.
El surf es increíble y las sensaciones que regala te harán querer estar cada vez más en contacto el mar, rodeado de olas y azul.
Con el tiempo, el surf se convierte en un autentico estilo de vida, en una filosofía. El amor y la pasión por el mar y por la libertad se apoderan de nuestra alma.
Hawaii, Polinesia, Malibú, Bali, Nazaré, Biarritz, Hossegor, Mundaka… todos lugares míticos para quienes llevan siempre consigo una tabla y las ganas de danzar con las olas.
«Las olas son el campo de juego. La última meta. Son el objeto de tus deseos y de tu más profunda admiración. Pero también son tu adversario, tu némesis, tu enemigo mortal. La ola es el refugio, tu escondite feliz, pero también un territorio salvaje y hostil, una realidad indiferente y dinámica» escribió William Finnegan en su maravilloso “Barbarian Days. A Surfing Life” (Años salvajes. Mi vida y el Surf, Libros de Asteroide) libro que ganó el premio Pulitzer en el 2016. Así es, las olas, con su energía casi mágica, que en la vida de Finnegan han significado una magnífica obsesión, alegría y tormento.
William Finnegan, columnista del New Yorker y reportero de guerra, pasó su vida sobre las olas. Y en su celebre libro, a través del cual nos cuenta de su vida repleta de viajes, experiencias y “días salvajes”, nos habla de un amor devoto e incansable por el surf, una pasión que a lo largo de los siglos se ha difundido entre la gente de los mares y entre los océanos de todo el planeta.
Son muchas las personas que acaban diciendo que hay algo de divino y de profundamente espiritual en surfear las olas. «El mar es agua bendita y el surf es meditación» fue el lema de Carole Schuldt, una figura icónica para generaciones de surfistas. Carole fue rebautizada por la comunidad del Surf, como «reina de Ocean Beach», por el nombre de la playa de San Francisco desde la cual dispensó su amor por el mar y por las olas, desde que era una niña rebelde hasta sus últimos días, a los 85 años.
Y si todavía no has probado, acercarte al surf y aprender a “danzar” con las olas puede convertirse en una de las mejores experiencias de tu vida. La actitud lo es todo. La paciencia, la perseverancia y la buena voluntad serán tus mejores aliados a la hora de aprender.
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