Seguro conoces a una persona que deja todo para última hora. Y, si no la conoces, probablemente esa persona eres tú.
Por David Ruiz Díaz
Seguro conoces a una persona que deja todo para última hora. Y, si no la conoces, probablemente esa persona eres tú.
Pero ¿Por qué ocurre eso? ¿Qué factores influyen? ¿Es algo que se puede aprender a gestionar?
Procrastinar es mucho más que el simple hecho de dejar las cosas para última hora. También es evitar, huir y retrasar eventos, conflictos, responsabilidades y cualquier otro tipo de circunstancia que implique a la persona.
Para facilitarte la comprensión, aquí unos ejemplos.
Salud: a muchas personas les cuesta ir al médico, psicólogo, fisioterapeuta… y cualquier profesional de la salud, hasta que no tienen más remedio o ya se convierte en una obligación. Otras personas incluso no llegan a hacer frente a sus problemas de salud, menospreciando su enfermedad o su problema.
Estudios: a muchos estudiantes se les conoce por estudiar y prepararse para un examen a última hora, o quedarse una madrugada entera realizando un trabajo.
Social: la procrastinación también tiene cabida en el mundo social y lo hace en forma de evitar conflictos sociales, no pedir, no mostrar necesidades, callarse… y así un sin fin de eventos sociales que impliquen evitar y retrasar cualquier circunstancia.
Otros: también otro tipo de ejemplos clásicos de procrastinar son: dejar de fumar, apuntarse al gimnasio, comer sano, cambiar de trabajo, cortar con la pareja, ser padre o madre… al fin al cabo, necesidades o deseos que, por una cosa u otra, la persona no es capaz de enfrentar, lo que genera que el problema no se solucione y siguen pasando los días.
Como has podido observar, la procrastinación está en el día a día, y puede que en algunos de los ejemplos te has visto reflejado.
La procrastinación no es otra cosa que evitar el miedo. En la vida hay responsabilidades por todas partes y siempre hay algunas que cuestan más que otras, ya sea por nuestra historia o simplemente se nos dan mejor unas cosas que otras.
Detrás de estas responsabilidades siempre está la emoción del miedo, ya que nos ayuda a estar preparados por si las cosas no salen como uno espera.
Si ese miedo no se gestiona o no se acepta, la persona se queda parada, sin saber que hacer o sin encontrar la energía suficiente para lograr enfrentarse a esa necesidad. Eso genera que el problema, la situación, la necesidad o lo que toque, no se satisfaga, lo que hace que pasen los días, dando lugar a la famosa procrastinación.
La procrastinación en sí misma genera frustración y/o culpa, incluso ira hacía uno mismo, lo que provoca en la persona un doble problema. Por una parte, esa necesidad sin cumplir.
Además, el no satisfacer la necesidad primaria, esta suele ser sustituida por hábitos poco saludables, a lo que se le añade un tercer problema.
A modo de ejemplo, a Pepe le molesta mucho que su amigo Juan le haga bromas pesadas. Pepe teme que, si le pone límites a Juan, éste le deje de hablar. Con lo cual, Pepe paga esa frustración con su pareja (María), siendo cada vez más distante con ella. En este ejemplo, se puede ver que la necesidad de Pepe (poner límites) no está siendo cubierta, ya que su miedo a perder a Juan le impide satisfacerla. Eso le genera frustración (segundo problema). Así mismo, esta frustración que le invade, genera en Pepe que sea más distante con María (tercer problema).
La procratinación tiene solución. Aquí una serie de tips que te ayudarán a afrontar este problema.
Lo primero de todo es saber que el miedo es un aliado y no un problema. La típica frase de: «hazlo sin miedo» es imposible, porque el miedo ayuda a la persona precisamente a satisfacer la necesidad, a hacer aquello que quiere conseguir. Si se quiere hacer sin miedo, se produce precisamente la procrastinación, es decir, el no hacer nada, evitar, postergar. Toda acción, conducta, movimiento o como se quiera llamar, implica siempre una emoción; sin ella, la persona permanece inmóvil. Las emociones son nuestra gasolina.
Una vez aceptado este miedo, está el satisfacer esta necesidad. Por lo tanto, toca hacerse responsable de las consecuencias que pueda generar satisfacer la necesidad. Toda acción tiene unas consecuencias tanto positivas como negativas, y el saber que se dé lo que se dé, ayuda a que uno pueda con ello.
En el ejemplo de Pepe y su amigo Juan, es posible o menos que, al poner límites, puede que Juan deje de hablar con Pepe. Sin embargo, Pepe sabe que esa posibilidad no es más que un futurible más de los que pueden pasar, con lo cual, sabe que sus necesidades son más importantes que cualquier consecuencia que puede generar dicha satisfacción.
Esto es, a nivel emocional, lo más importante, sin miedo: no se puede hacer nada. A nivel cognitivo, ser compasivos y comprensivos con nosotros mismos es la clave para facilitarnos las cosas. No pasa nada por seguir procrastinando si se es consciente de ello. Pero, cuidado con esto, ser solo compasivos y comprensivos no es la solución, es parte del camino. Después de esto toca ser resolutivos. Para ello, a nivel conductual, hacer una lista de tareas, utilizar agenda, marcarse pequeños retos, suele funcionar para hacer frente a la procrastinación.
Para finalizar, os proponemos un ejercicio práctico que puede que ayude a dejar de procrastinar.
Primero de todo, encuentra en tu casa un lugar que sí o sí ves todos los días, la habitación, el baño, la cocina… un lugar donde te resulte fácil dejar una lista.
Después, apunta en esa lista todo aquello que procrastinas, ponlo en forma de título. Esta lista la pones en un lugar visible. La función de esta lista es tener presente todas esas cosas que procrastinas. Podrás ir tachando poco a poco. A la vez que vayas cumpliendo las metas.
Una vez realizada la lista, con cada cosa que procrastinas, elabora un informe donde pondrás que cosas son las que te resultan más difíciles de hacer y cuáles son los miedos o resistencias que hay detrás. El informe no es necesario dejarlo de manera visible, solo la lista. Este informe es para ayudarte a conocerte mejor.
En este mismo informe, coloca qué pequeños pasos necesitas para lograr esa necesidad. Tampoco te excedas con demasiados pasos, 5 pasos como mucho, que sean claros y que tú mismo reconozcas que puedes hacer.
Por último, al final, puedes poner una recompensa por cumplir cada meta, para incentivarte. Puede ser ir al cine, comprarte aquello que tanto te gusta, ir a un restaurante… cosas que disfrutas y que no siempre te permites hacerlas. Con este sistema contarás con un buen incentivo para disfrutar de ellas. Puedes colocar los incentivos al lado de la lista de objetivos que te indicamos al principio del ejercicio.
Una vez hecho el informe con todas tus cosas procrastinadas, solo toca hacerlas. Y cuando las hayas cumplido, puedes ir tachando de la lista visible y disfrutar de esa recompensa que te mereces.
David Ruiz Díaz es psicólogo colegiado M-34973
Para descubrir más tips: Canal YouTube David Ruiz Díaz
Para más información pincha aquí.