QUIZÁS NO DEBERÍAMOS SER TAN PERFECCIONISTAS

¿Cuántas veces hemos oído decir a alguien «la perfección no existe» o «Nadie es perfecto»?

Por Valentina Cicconelli


La tendencia al perfeccionismo ahora domina nuestra sociedad: en la cultura y en la época de las altas prestaciones, ser siempre el primero y el mejor parece ser esencial para un mayor éxito en el trabajo, en el estudio, pero también en las relaciones sociales, en el cuidado de la apariencia física, etc. No solo eso, desde una edad temprana, la mayoría de nosotros aprendemos que para obtener la aprobación de los demás, es necesario cumplir con ciertos estándares cualitativos de comportamiento.

Por lo tanto, muchas personas también sienten un fuerte impulso interno para lograr o mantener ciertos niveles de desempeño.

Unos investigadores han estudiado a fondo y analizado el asunto y han descubierto un sólido vínculo entre la búsqueda constante del perfeccionismo, profesional y personal, y la profunda depresión. ¿Por qué? Los perfeccionistas desarrollan mucha «preocupación emocional» y reelaboran continuamente sus pensamientos y acciones, cuestionando lo que está bien o mal, mejor o peor. Es correcto establecer metas y objetivos para tu vida y aspirar siempre a ser mejor. El problema son las expectativas poco realistas y el miedo a la derrota, que pueden conducir a la obsesión y el auto desprecio, incluso a formas patológicas de comportamiento.

En el camino del crecimiento es normal cometer errores y todo esto se combina con una gran dificultad para gestionar la derrota.
Sin olvidar que, a menudo, los errores son justamente lo que nos hace crecer.

Tendemos a ser muy críticos con nosotros mismos. Por ello, un primer paso a dar para superar el perfeccionismo patológico es consultar a un experto y tener pensamientos más realistas y saludables.


 

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