Albert Einstein, genio absoluto de la primera mitad del siglo XX, científico inolvidable y excéntrico, pacifista y activista por el reconocimiento de los derechos civiles, pero también “espía comunista” y estudiante rebelde. La figura de Albert Einstein está rodeada de muchas curiosidades, algunas de las cuales son solo leyendas o medias verdades.
Por Lorenzo Tamborina
El 14 de marzo de 1879 nació uno de los genios absolutos de la humanidad: Albert Einstein.
La figura de Albert Einstein está rodeada de muchas curiosidades, algunas de las cuales son leyendas o simplemente medias verdades. Por ejemplo, a menudo se dice que Albert Einstein no fue buen estudiante. Si bien es cierto que no sobresalió en todas las asignaturas, obtuvo las calificaciones más altas en matemáticas y física, con una precocidad fuera de lo común. Las mayores dificultades las encontró en la relación con sus profesores, cuya autoridad no pudo soportar.
Albert Einstein no fue admitido en la academia. Fue el único egresado de su año que no logró ocupar el puesto de asistente en la Academia politécnica de Zúrich. Fue así que buscó otras oportunidades, hasta encontrar un trabajo en la oficina de patentes de Berna, una profesión ciertamente humilde, pero que, además de brindarle apoyo económico, le garantizó tiempo libre para sus estudios, que luego fueron publicados en 1905.
En 1910 dejó a su primera esposa y comenzó la relación con Elsa, su prima. Se casaron y permanecieron juntos por el resto de sus vidas. Una de las cláusulas del divorcio preveía un pequeño premio en efectivo en caso de que el científico ganase el Nobel, posibilidad que en el momento de la estipulación parecía muy remota. En cambio, esa posibilidad se convirtió en realidad en 1921.
Einstein fue un genio incomprendido de su tiempo. Pocos reconocieron la validez científica de la teoría de la relatividad. Muchos físicos dudaron de las fórmulas de Einstein, que esencialmente arrojaron los estudios de Isaac Newton.
Un primer indicio de la importancia de sus estudios llegó con el eclipse solar de 1919. El astrónomo inglés Arthur Eddington fotografió el fenómeno y calculó el efecto de la gravedad del Sol sobre la luz de las estrellas. El resultado confirmó las predicciones de Einstein.
En 1933, Einstein comenzó a enseñar en Princeton, Estados Unidos. Su compromiso con el pacifismo y el reconocimiento de los derechos civiles le valieron la reputación de comunista, y por eso fue espiado por el FBI durante mucho tiempo. Durante 22 años, tuvo su teléfono bajo control, su correspondencia revisada, su basura revisada… El archivo que llevaba su apellido superó las 1.800 páginas.
Albert Einstein lamentó mucho haber impulsado estudios sobre las armas nucleares.
Su contribución al “Proyecto Manhattan” fue solo indirecta.
A finales de la década de 1930, cuando se enteró de que los científicos nazis estaban diseñando armas atómicas, Einstein escribió una carta al presidente Roosvelt para solicitar estudios en esta dirección. Pero tras las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, y poco antes de su muerte, redactó un documento contra la carrera armamentista, junto con el filósofo y matemático Bertrand Russell.
En 1952 se le ofreció convertirse en presidente de Israel.
Aunque no era estrictamente religioso, ni había apoyado nunca al movimiento sionista, a Einstein se le ofreció la presidencia del recién nacido estado de Israel. El científico declinó con la siguiente motivación: “Toda mi vida me he preocupado por cuestiones objetivas. Por eso me falta tanto la actitud natural como la experiencia para tratar con personas y ejercer una función oficial ”.
Einstein murió en 1955 y dejó escrita su voluntad de ser incinerado. Sin embargo, el patólogo de Princeton, Thomas Harvey, extrajo en secreto su cerebro disecándolo en pequeñas rodajas para su conservación. Un verdadero robo por razones científicas. Cuando se descubrió a Harvey, la familia de Einstein autorizó a regañadientes la investigación. Pero, a pesar de las muchas décadas de estudio, nadie ha obtenido resultados importantes y definitivos gracias al cerebro robado.
Albert Einstein es una marca registrada. Gracias a su personalidad histriónica, Einstein, ya en vida, se había convertido en un ejemplo icónico de científico caprichoso y brillante. Su foto con la lengua se encuentra entre los iconos del siglo XX. Su fama creció después de su muerte, de la mano de la confirmación de la importancia revolucionaria de sus obras, hasta el punto de inducir el registro de la marca «Albert Einstein».
Por ultimo, una anécdota acerca de Einstein, que nunca ha sido desmentida. Al poco tiempo de haber publicado la teoría de la relatividad, el genio alemán se hizo muy popular en Europa. Muchas eran las universidades que invitaban al científico para que diera discursos y expusiera su teoría. Fue entonces que se le puso a disposición un coche con un chófer, para que pudiera empezar su gira y trasladarse de una forma más cómoda por esas universidades. La casualidad hizo que el científico y el chófer tuviesen un parecido físico asombroso.
En todas las ocasiones, el éxito fue rotundo: al final de los discursos de Einstein, siempre los asistentes le aclamaban con grandes y largos aplausos. Eso sí, debido a lo novedoso y difícil del tema tratado, en ningún lugar surgían preguntas.
Durante unos meses, Einstein y su chófer recorrieron varias universidades. El chófer siempre sentado en primera fila y escuchando atentamente la exposición del profesor.
Hasta que un día, el chófer se dirigió al genio y le dijo: “Profesor, le quiero proponer un trato. Yo no entiendo nada de lo que usted dice en sus conferencias, pero tengo una excelentísima memoria, y recuerdo palabra por palabra su exposición, incluyendo todas las formulas. Además, me imagino que usted estará cansado de repetir cada vez lo mismo y que nadie haga preguntas. Por otro lado, a mi, como pobre chófer, jamás alguien me aplaudió. Entonces, le propongo que cambiemos nuestro roles: yo doy la conferencia, total nadie hace preguntas, mientras usted descansa y puede meditar sobre otros problemas”.
Einstein lo pensó unos instantes, luego pidió al chófer de que le expusiera toda la conferencia, y así pudo verificar que efectivamente estaba capacitado para darla sin cometer errores. Y accedió a la propuesta.
A lo de unas semanas, al llegar a una universidad, Einstein viste un traje azul y un gorro de chófer, sienta en primera fila, fuma una pipa y descansa. Mientras que el chófer da “su” conferencia, coronada con grandes aplausos.
Poco tiempo después, los dos acordaron repetir la experiencia. Al fin y al cabo, todo había ido perfectamente, sin ninguna pregunta desde la platea. La actuación volvió a tener lugar en más universidades, hasta que llegaron a la de Baviera… El chófer termina la charla, los asistentes están comenzando a aplaudir, y del fondo de la sala se escucha una voz que dice: “Doctor Einstein, yo no comprendí todo lo que usted dijo y quisiera que me explique con detalle el significado de los términos de la ecuación número 3, que todavía se puede ver allí arriba, en la parte izquierda del pizarrón”.
El chófer titubeó un solo instante, imperceptible para el público, y enseguida replicó: “Mi querido profesor, me extraña que usted me haga esta pregunta. Lo que usted quiere saber, en realidad, lo entiende cualquier persona. Es más, mi chófer aquí presente se lo explicará”.
Ilustración: Kike García
La alegría de observar y comprender es el regalo más hermoso de la naturaleza.
-ALBERT EINSTEIN-