El dramaturgo Orson Welles dio lugar a un hito histórico en el mundo de la comunicación, creando el pánico entre la población.
Por Nacho Figueroa
Corría el año 1938 y la población de Estados Unidos estaba altamente preocupada por el porvenir de la sociedad y del trabajo. A finales de los años 20 y durante los años 30, el crack de la bolsa de Nueva York provocó unas dramáticas cifras de desempleo y una enorme caída de los principales bancos del país, que ya no podían ofrecer créditos a sus clientes, ni prácticamente devolver los ahorros depositados en dichos bancos.
El presidente Roosvelt dio un discurso en forma de rueda de prensa, afirmando que la totalidad de la población estadounidense estaba muy preocupada, y con razón.
En la época, la radio era el principal medio consumido, y a la vez el principal motor salvavidas en todas las casas. Las personas podían renunciar a los teléfonos, a los coches y a cualquier tipo de divertimento, pero no a la radio.
En ese contexto de crisis económica, precariedad y desempleo, la radio cobró una importancia brutal, y se convirtió en el medio de comunicación e información más convincente. Los informativos tomaron protagonismo de la mano de las famosas y delirantes interlocuciones de Adolf Hitler, quien regentaba el poder en ese momento en Alemania. Esos discursos los trasmitía la radio y los traducía simultáneamente para que todos los estadounidenses estuvieran informados.
En septiembre de 1938, la población americana estaba acostumbrada a que los noticieros radiofónicos fueran interrumpidos por los famosos boletines informativos al grito de “¡Última hora!”.
Fue una de estas interrupciones que Orson Welles, actor, director, guionista y productor de cine, aprovechó para sembrar el pánico en en todo el país. Tenia solamente 23 años y utilizó la radio para demostrar el gran poder que tenía este medio en la sociedad de la época.
Orson Welles contaba con una gran competencia en el mundo radiofónico y él tenía su propia programación. En la misma franja horaria, en la NBC, transmitía el personaje más seguido en la radio de aquella época: el ventrílocuo Edgar Bargen. La gente le quería mucho.
30 de octubre de 1938, domingo, noche de Halloween. Después de cenar, la población estadounidense encendió la radio prácticamente al unísono para disfrutar de su momento de gloria. Es aquí cuando Welles emitió la conocida mundialmente como “La emisión del pánico”.
Durante una pausa en la interlocución del ventrílocuo Edgar Bargen, la emisora de radio NBC pasó a sus minutos musicales –como los de la actualidad– y los oyentes empezaron a cambiar de frecuencia. Comenzaron a buscar otras emisoras, y la población pudo escuchar la obra teatral de Orson Welles “La guerra de los mundos”.
Debido a que la gran mayoría de los oyentes americanos no estuvieron desde el principio escuchando la obra de Welles, se saltaron la parte más importante del texto narrativo: un aviso al inicio de la locución que avisaba de que lo que se iba a emitir era una obra de teatro, nada real. El autor lo enunció claramente a todos sus oyentes: la historia que iban a poder disfrutar pertenecía al genero de ficción. Sin embargo, casi todos los oyentes se perdieron esa parte y empezaron a disfrutar de la emisión una vez que ya había empezado, y no pudieron darse cuenta de este pequeño detalle.
En el relato que ha pasado a la historia, Orson Welles contaba con todo detalle cómo los extraterrestres y marcianos habían comenzado un ataque en Estados Unidos, principalmente en Nueva Jersey y Nueva York.
La manera de narrar la historia daba una veracidad nunca oída, y el dramaturgo norteamericano emitió su texto narrativo como si fuera un boletín informativo. Incluso se permitió la licencia de imitar al presidente Roosvelt en un mensaje inventado, que dirigió a toda la nación, ante los ataques de los marcianos en América.
Los oyentes, que se habían perdido la introducción a la emisión, entraron en completo pánico. Tanto es así que se produjo una cantidad impresionante de intentos de suicidio, infartos, además de un éxodo masivo nunca visto antes en Estados Unidos. Las principales comisarias del país se colapsaron. La sociedad de la época, durante un breve periodo de tiempo, estuvo completamente aterrorizada.
Tiempo después, varias personas que disfrutaron –si se puede decir así– de aquel momento, afirmaron que “El realismo les atrapó, que no sabían se trataba de un texto teatral, que parecía una auténtica emergencia nacional”.
Otras personas criticas con los medios de comunicación, resaltaron la capacidad que tuvo la radio para llegar a miles de oyentes, y cuanto esa capacidad demostró la facilidad extrema con la que se podían insertar noticias falsas en los medios.
Orson Welles utilizó diez actores y veintisiete músicos de una orquesta para dar a su puesta en escena una veracidad impresionante: supuestos testigos presenciales que hablaban del desastre que se estaba produciendo en Estados Unidos a causa de un ataque a manos de extraterrestres.
Ante todos las consecuencias dramáticas que la emisión estaba generando, Orson Welles fue obligado por la propia emisora donde estaba insertando su texto teatral, la CBS, a incluir en medio de la locución un mensaje tranquilizador para la población estadounidense.
Incluso el Juez Keneddy, semanas después, pensó que se debía denunciar a Orson Welles por falta de humanidad, y por el placer de agobiar y hacer sufrir al país. Aunque claramente la culpa no fue suya. Los oyentes no habían escuchado el aviso y la advertencia inicial.
Sin pretenderlo, Orson Welles demostró que pueden insertarse noticias falsas en los principales medios, y crear una auténtica revolución en la sociedad de cualquier país a través de una formulación seria y casi veraz de unos hechos inventados por un dramaturgo.
Ilustración: Kike García
«Me he pasado la mayor parte de mi vida adulta
tratando de demostrar que no soy irresponsable».
-ORSON WELLES-