Nuestros átomos son viajeros cósmicos que han recorrido vastas distancias a través de la galaxia. Su historia abarca millones de años, en un viaje que comenzó mucho antes de la formación de nuestro sistema solar. Un nuevo estudio desvela una maravillosa historia.
Por Edy B. Morgan
¿Sabías que cada átomo de tu cuerpo ha vivido una aventura en el cosmos? Desde las corrientes cósmicas hasta su llegada a la Tierra, estos pequeños componentes han recorrido la Vía Láctea, conectándonos con el universo y sus estrellas.
Así es: imagina que cada parte de ti ha sido protagonista de un largo viaje por el espacio. Los átomos que forman nuestro ser han estado viajando durante eones, atravesando la galaxia antes de encontrar su hogar en nuestro cuerpo, formando una conexión íntima con el cosmos. La vida de nuestros átomos no es otra cosa que una epopeya galáctica. Provenientes de remotos rincones del universo, han estado viajando por la Vía Láctea en un ‘nastro transportador cósmico’.
Hoy un estudio arroja certeza sobre esto. Te lo contamos. «Somos polvo de estrellas», dijo el divulgador científico y astrónomo Carl Sagan en su libro Cosmos, publicado en 1980. Visionario que hizo importantes aportaciones a la exploración espacial – y también a la ciencia ficción -, Sagan utilizó esa frase para subrayar la profunda conexión entre los seres humanos – y la vida, en general – con el universo. Esta frase tan poética como cierta se ha confirmado, gracias a un nuevo estudio publicado a finales del 2024 en The Astrophysical Journal Letter. Según lo reflejado en el artículo dedicado a los resultados del estudio, la mayoría de los átomos de nuestro cuerpo abandonaron la Vía Láctea en una especie de «cinta transportadora cósmica» mucho antes de que naciéramos, para luego regresar. Los átomos que componen nuestro cuerpo vienen de muy lejos. Probablemente pasaron millones de años viajando por la Vía Láctea en la llamada «cinta transportadora cósmica» antes de regresar a la galaxia, mucho antes de que se formara nuestro Sistema Solar. Como señalan los resultados de la nueva investigación, la mayoría de los elementos del universo (excluyendo el hidrógeno, el helio y algunos otros) fueron creados por las estrellas, a través de procesos como la fusión nuclear dentro de los núcleos y como resultado de explosiones de supernovas. Se trata de procesos que dispersan los materiales creados en el espacio interestelar, que a su vez se convierten en nubes que se condensan en nuevas estrellas, planetas, satélites, asteroides, cometas… hasta llegar a la vida y, por tanto, también a los seres humanos.
Anteriormente, los científicos partían de la hipótesis de que la materia expulsada por las explosiones de las estrellas vagaba lentamente por el espacio interestelar antes de combinarse en nuevos sistemas estelares. Pero el gran avance llegó en 2011, gracias al telescopio Hubble. Según los investigadores, algunos átomos, como el oxígeno, el hierro y otros elementos, pueden ser expulsados de la galaxia anfitriona por las supernovas. A continuación, son capturados por las corrientes cósmicas, también conocidas como medio circungaláctico. Y luego regresan. Evidentemente, esto ha ocurrido (y ocurre) también en nuestro “hogar” en el espacio, la Vía Láctea, y luego se transforma en nuevo material.
Los científicos implicados en esta interesante investigación demostraron por primera vez que los átomos de carbono también pueden reciclarse a través de las corrientes cósmicas recién descritas. La comunidad científica lo consideraba improbable, ya que creía que el carbono era demasiado ligero para ser expulsado de la galaxia. Pero, ahora se ha demostrado que el carbono es uno de los elementos más abundantes dentro de las estructuras extragalácticas. En otras palabras, esto significa que «el propio carbono de nuestro cuerpo probablemente ha pasado una cantidad significativa de tiempo fuera de la galaxia», según Jessica Werk, astrofísica de la Universidad de Washington y coautora del estudio. Pero, volvamos al telescopio Hubble. El descubrimiento ha sido posible gracias a los datos del espectrógrafo de Orígenes Cósmicos del telescopio Hubble. Su tarea consiste en medir cómo se ve afectada la luz procedente de objetos brillantes alimentados por agujeros negros activos (cuásares) a su paso por el medio circungaláctico de diferentes galaxias con formación estelar.
En algunos casos, el carbono puede encontrarse a una distancia de hasta 400.000 años luz de su galaxia anfitriona. Una medida tan grande que resulta difícil de imaginar. Sólo la Vía Láctea se extiende 105.700 años luz. «Piensa en el medio circungaláctico como una gran estación de tren: está constantemente empujando material hacia fuera y tirando de él hacia dentro», explica en un comunicado Samantha Garza, estudiante de doctorado en la Universidad de Washington y coautora del estudio.
El medio circungaláctico es crucial porque ayuda a los investigadores a comprender cómo se distribuye y reutiliza la materia en el universo. Las corrientes cósmicas también permiten «probablemente» que las galaxias formen continuamente nuevas estrellas y desempeñan un papel crucial en la evolución galáctica. «Si se puede mantener el ciclo – empujando material hacia fuera y trayéndolo de vuelta hacia dentro – teóricamente se tiene suficiente combustible para continuar la formación de estrellas», añadió Garza.
Entender cómo estas corrientes se ralentizan y se agotan será, por tanto, un elemento clave para comprender cómo mueren finalmente las galaxias. Seguimos siendo polvo de estrellas, y día tras día nos damos cuenta que en la inmensidad del cosmos reside una magia y un misterio que aún nos invita a descubrir. Pronto los seres humanos descubriremos más secretos del universo y quizás llegará un momento en el cual entenderemos que somos parte de una historia interminable que apenas comienza. Nuestra existencia, así como nuestros sueños, se entrelaza con las estrellas.