Jacobo Eid crea lo que no se ha creado, sorprende al espectador, y nos introduce en un maravilloso juego que despierta aquellas sensaciones de nuestra niñez que permanecían silentes en el alma de cada uno de nosotros.
Por Danyel Facchetti
El arte se convierte a menudo en un traductor automático de ideas complejas. Las simplifica y las transforma en mensajes inmediatos y puros, hasta el punto de llevarnos a ver las cosas del mundo como si las estuviéramos mirando con la claridad -y por tanto con la sabiduría- que solamente los ojos de un niño pueden. A veces el arte es un escudo que nos protege del bombardeo de información que golpea nuestra mente sin descanso. A veces el arte es un puente que nos permite escapar en el espacio y en el tiempo, devolviéndonos por unos instantes esa típica felicidad infantil que yace dormida y olvidada en algún rincón recóndito de nuestras almas y de nuestro sentir.
Jacobo Eid, el joven artista valenciano que en muy poco tiempo ha generado un gran interés en los circuitos de arte más atentos a la innovación y que es uno de los representantes mejor considerados de una nueva generación de artistas españoles, consigue devolver al espectador aquella sensación típica de la niñez, a través de la cual el interpretar las cosas del mundo se transforma en un juego que nos permite captar la esencia de lo que nos rodea de una forma muy instintiva y libre de contaminaciones.
Sus obras se perciben como un homenaje celebrativo a la infancia. Su trabajo es evocativo y esencial. Las piezas transportan al espectador hacia caminos imaginativos a recorrer de forma libre, en los cuales los recuerdos y las sensaciones se fusionan en un concepto de felicidad olvidada y reencontrada. El destino acaba siendo una proyección de lo que fuimos, que conlleva paz, alegría, despreocupación.
El artista busca – y consigue- acompañar al espectador hacia la felicidad. Para ello, crea piezas que nos transportan a la infancia, aquella época en la que no teníamos preocupaciones y la alegría nos desbordaba con cosas sencillas. La forma de hacerlo es a través del material, la innovación y el color, los tres “pilares” que, mezclados con las ideas y la capacidad repleta de talento del artista, caracterizan sus obras.
El material con el cual trabaja Jacobo Eid, son juguetes sencillos con los que todas las generaciones han disfrutado, conectando de esta manera a niños, jóvenes y adultos. La mayoría de las veces, se conseguían gratis en fiestas de pueblo y cumpleaños, todos los niños tenían acceso al margen de la condición social o la ciudad en la que vivían. Juguetes con los que hemos jugado todos, al margen de estatus o clase. Figuras de indios, vaqueros, caballos y pelotas son la base de las maravillosas obras del artista valenciano.
En un momento histórico, caracterizado también por un bombardeo de anuncios dirigidos al propio individuo a través de las redes sociales, donde se nos espía para incitarnos a comprar de manera compulsiva un producto que simplemente estábamos mirando, donde miles de imágenes al día son captadas por nuestro cerebro, generando la sensación de haberlo visto todo, Jacobo Eid busca crear piezas que supongan un remanso de paz, un respiro.
Por un lado, busca innovar, crear lo que no se ha creado, sorprender al espectador al devolverle la sensación de la experiencia vivida por primera vez. Por otro, introducirlo en un juego, invitándolo a descubrir las figuras con las que jugaba y las interacciones que se dan entre ellas, en una pieza de arte.
Jacobo Eid utiliza el color como vehículo hacia la infancia. Tonos alegres y calmados que se encuentran en juegos y juguetes. Los tonos básicos que se utilizan en los materiales de bellas artes para niños como la plastilina y los crayones. Utiliza los tonos de los helados de cucurucho, con la intención de conectar distintos sentidos.
Sus piezas son acabadas con purpurina y barniz brillante, para potenciar el color y generar efectos visuales. Cómo dice el artista: “Es el toque con el que pretendo generar Magia”.
Comenta Jacobo Eid: “Desde que recuerdo, cada vez que se me ha planteado un reto, lo he resuelto de una manera diferente a la habitual. La primera vez que alguien me llamó creativo fue a los 9 años. La profesora nos pidió a toda la clase, que dibujáramos, pintáramos y recortáramos un trofeo. Como ejemplo nos mostró un banderín. 39 niños crearon un banderín, yo hice una copa. Más tarde la profesora recogió la manualidad y escribió la cualidad que más resaltaba en cada uno de nosotros.
Mi carrera como ingeniero ha seguido el mismo patrón, dando soluciones innovadoras a problemas de siempre. El pensamiento en paralelo me ha acompañado en cada actividad que he realizado. Considero que el buen arte es innovador, un área donde las reglas han de ser rotas para poder avanzar. En mi vida busco ser feliz, y para mí, la felicidad es crear y resolver problemas sin limite ni condición. El arte me permite desarrollar y materializar ideas, soñar que paso a paso invento y creo piezas nuevas . El arte es el área de la vida donde mas a gusto me encuentro y me emociona el pensar, vivir una vida dedicada a la creación pura. Creo que el arte es el gran problema a resolver, ya que no tiene enunciado, ni camino, ni existe una formula para crearlo. Para mí el arte es mi gran reto”.
Acerca de su método de trabajo y de la investigación constante que realiza, el artista comenta: “Mis procesos creativos duran años. El haberme dedicado profesionalmente a la industria me ha permitido conocer múltiples métodos de fabricación. Me obsesiona entender cómo están hechas las cosas y los procesos a los que son sometidos los materiales hasta llegar a las manos del consumidor. Procuro llevar dichos procesos a mis piezas.
Encuentro los materiales que necesito en las ferreterías, los restos de fábrica y los almacenes de material de construcción. Juego con ellos, observo su reacción en el tiempo, permito que las nuevas ideas que obtengo del arte, la arquitectura y el diseño industrial, calen en ellos, y vuelvo a empezar, repito el proceso tantas veces como haga falta hasta llegar al resultado que espero.
Actualmente estudio la manera de utilizar desechos de fábrica para su introducción en la vida cotidiana. Procesos que trasciendan él hecho artístico y puedan aplicarse en otros campos. Nuevas maneras de reciclar y reutilizar.
Tras haber investigado con éxito la utilización de materiales plásticos de deshecho y diferentes procesos para su acabado final. Me encuentro en la fase de llevar el proceso a gran formato. La consecución de dicho objetivo conlleva la posibilidad de incluir este tipo de procesos, tanto en el ámbito de la arquitectura como del diseño industrial. La creación de estructuras, y revestimientos, que utilizando materiales desechados pueden pasar a formar parte de la vida cotidiana y dar solución a la problemática generada por la dificultad de la desintegración del plástico. Convirtiendo el problema en solución.
Por último, el artista nos habla acerca de sus referentes: “No soy capaz de concretar que artistas me inspiran. A más veo, leo y estudio la historia del arte, mas ideas y conceptos busco añadir a mis obras. Me dejan perplejo los monocromos de Klein, admiro la manera en la que consiguió mostrar el color puro. Admiro las innovaciones técnicas de Jeff Koons, admiro a Monet, Degas y Renoir por haber roto con lo establecido. Me alucinan los colores que utiliza Van Gogh, la sencillez de Mondrian y el habernos dado los tonos con los que pintábamos de pequeños. Para mí, Calder es un referente, como ingeniero que decidió dedicarse a la escultura. Me parece increíble la profundidad temática de las obras de Warhol, escondida tras una imagen que se insinúa banal.
Admiro a los Beatles por la manera en la que cambiaron las reglas, llevando la música hasta lugares insospechados y abriendo puertas que ni siquiera existían antes de que ellos llegaran. Admiro a Richard Buckminster Fuller, por haberle dado la vuelta a la arquitectura sin haber pisado la universidad. Admiro a Richard Feynman, porque siendo físico, supo utilizó la creatividad para girar por completo la mecánica cuántica”.
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