ALGUNAS DE LAS REGLAS MÁS IMPORTANTES QUE CUALQUIER EMPRESARIO DEBERÍA TENER EN CUENTA

La empresa no es un actor clave sólo en el crecimiento económico. La empresa es el lugar donde se produce la riqueza, el trabajo, el bienestar social.

Por Valentina Cicconelli


La empresa no es un actor clave sólo en el crecimiento económico. La empresa es el lugar donde se produce la riqueza, el trabajo, el bienestar generalizado. Y sigue siendo uno de los pocos ascensores sociales en pleno funcionamiento en la actualidad.

La empresa privada es un pilar importante de un sistema libre, además de un medio insustituible para el progreso social. En todo el mundo está en marcha un gigantesco y radical proceso de transformación, que rebasa la esfera de la economía e invade a toda la sociedad, trastocando sus estructuras tradicionales y poniéndola en movimiento, en busca de nuevos equilibrios. Está surgiendo una estrecha correlación entre el proceso de innovación y la iniciativa de las fuerzas empresariales. La credibilidad del mundo empresarial, su autoridad, su legitimidad en la conciencia pública, están en relación directa con el papel que los empresarios desempeñan para contribuir a superar los desequilibrios sociales y económicos de los países en los que operan: cada vez más, la empresa se presenta como un lugar de síntesis entre las tendencias orientadas hacia el máximo progreso técnico-económico y las tendencias humanas de mejora de las condiciones de trabajo y de vida.

Aquí algunas de las reglas más importantes que cualquier empresario debería tener en cuenta.

Un CEO, que al mismo tiempo es accionista, debe privilegiar la primera cualificación, la de director general, sobre la segunda, porque sus deberes no son sólo para con sus accionistas, sino también para con todos los que trabajan en la empresa, para con las comunidades que la rodean, para con los países en los que opera la empresa.

Hablamos ahora de cómo un empresario debería acercarse a una toma de decisión, de cual debería ser el proceso, y del peso de la responsabilidad que el empresario asume al tomar esa decisión. En una empresa, el director general debe contar con el apoyo de empleados profesionalmente capaces y moralmente irreprochables. Con ellos, el CEO debe establecer claramente sobre qué asuntos piensa decidir él mismo, naturalmente después de haber escuchado y considerado todas las opiniones de sus colaboradores, y sobre qué asuntos delegará la decisión. Y, entre estas cuestiones delegadas, de cuáles desea ser informado a posteriori y de cuáles ni siquiera desea ser informado. Queda claro, sin embargo, que sea cual sea el grado de delegación, el director general sigue siendo responsable de todo lo que ocurre en la empresa, porque es él quien ha elegido a los hombres y ha dado las delegaciones y, por tanto, siempre las cubre.

Entre las primeras tareas del primer ejecutivo está el cuidado continuo de la preparación de los futuros ejecutivos, desde su sucesión hasta la de sus colaboradores más cercanos, cuidando de que éstos, a su vez, den al asunto la misma importancia, y así sucesivamente hacia abajo en la pirámide. En otras palabras, atención constante también hacía la continuidad de la empresa.

Aunque sea el jefe, el director general debe tratar de comprender el carácter humano de sus compañeros, cada uno con sus problemas personales de salud o económicos o familiares, y debe recordar siempre que, si un colega no demuestra estar a la altura de las tareas que se le encomiendan, es él, el director general, en primer lugar, quien cometió un error al confiárselas.

Un empresario debe ser honesto en el sentido más amplio de la palabra (es decir, no le basta con no robar y no dar falso testimonio). La honradez, en el sentido más amplio, significa un determinado comportamiento hacia los accionistas y los empleados, pero también hacia los clientes, los proveedores, los competidores, las autoridades fiscales, y el mundo político. Al margen de cualquier principio moral, merece la pena ser honesto. Esa forma de funcionar acaba trayendo beneficios tanto para el empresario como persona como para la empresa que dirige.

El CEO debe ser capaz de evolucionar con los tiempos, manteniendo al mismo tiempo los «principios sagrados» que acabamos de mencionar. Sólo un ejemplo: el de las relaciones con los trabajadores y sus representantes. Ambas partes, CEO y trabajadores, deben saber madurar y evolucionar de acuerdo con los cambios en el marco social y en las condiciones de vida.

El empresario no debe arrepentirse de aquellas decisiones que haya tomado con la convicción de que eran las correctas y que con el tiempo se demostraron equivocadas.

El empresario debe presumir de unos méritos que a menudo no son individuales, sino colectivos. Por tanto, no debe olvidar de remarcar el debido valor al trabajo en equipo y a quienes han contribuido al éxito.

Por último, la que quizá podría describirse como la primera cualidad que siempre debería tener un empresario: intentar, intentar con todas sus fuerzas, cerrar buenas cuentas. Si fracasa una vez, volver a intentarlo. Si fracasa varias veces, saber dejarlo. Y si tiene éxito, jamás considerarse un genio, sino simplemente alguien que, dada la profesión que ha elegido, ha cumplido con su deber.

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