LOS JEANS, LOS PANTALONES QUE HAN CONQUISTADO EL MUNDO

Cómo un tejido de trabajo se convirtió en un símbolo global de moda.

Por Estelle Litvine


El tejido jeans, conocido también como denim, ha recorrido un largo camino desde sus humildes comienzos, hasta convertirse en un elemento icónico en la moda global. Los vaqueros, un pantalón que se ha convertido en icono de la moda informal, se han extendido desde Génova hasta Estados Unidos, pasando de ser considerado ropa de trabajo a prenda de tendencia.

El «azul de Génova» es, de hecho, el blue jeans, el modelo de pantalón que todo el mundo tiene en su armario. El origen genovés se remonta al siglo XV, cuando se exportaba un resistente tejido azul utilizado para velas y lonas, el «bleu de Genes».

Pronto, el famoso tejido se hizo popular y apreciado también en zonas próximas a la ciudad de Génova, como ocurrió en la región de la Provance (entonces territorio italiano), donde se difundió con el nombre de tejido Denim «de Nimes», aunque era en la región de Liguria donde se fabricaban los robustos pantalones de trabajo que llevaban los marineros genoveses.

En el siglo XVII, un pintor italiano anónimo, hoy conocido convencionalmente como el «Maestro de la tela jeans», realizó una serie de cuadros que representaban escenas de la vida común, donde el elemento recurrente era la presencia de prendas en «bleu de Genes». Y ya en 1567, los ingleses hablaban de jeans, refiriéndose a la exportación masiva del tejido fabricado en Génova.

Existe un testimonio aún más ilustre: en el “Museo del Risorgimento” de Roma se conserva uno de los vaqueros que llevaba Giuseppe Garibaldi, imitado por muchos de los camisas rojas que junto a él unificaron a Italia bajo un solo Reino. Garibaldi que, por cierto, era de origen genovés.

Pocos años después, el celebre tejido azul cruzó el océano Atlántico y llegó al continente americano. De los puertos y las cubiertas de los barcos, el denim pasó al polvo de las minas: en 1873 Levi Strauss, un inmigrante alemán que llegó a San Francisco en 1853, durante la época de la fiebre del oro y que fabricaba delantales para los mineros, se asoció con Jacob Davis para producir los primeros cortes modernos de vaqueros. Desde aquel entonces, el resistente pantalón también ha protagonizado la conquista del Oeste.

La historia nos dice que el denim nació hacia 1515. Hacia 1600, aparecen los primeros testimonios artísticos del tejido vaquero o «Tela Génova». En 1630, se realizaron pinturas y tapices con imágenes de la «Tela Génova». En la década de 1860 se confeccionó el pantalón vaquero que perteneció a Giuseppe Garibaldi y que actualmente se conserva en el “Museo Centrale del Risorgimento” de Roma y que se considera el más antiguo de los que han sobrevivido al paso del tiempo.

Pero, hay más: en el Museo Diocesano de Génova se pueden contemplar catorce vestiduras sagradas que representan historias de la Pasión de Cristo («Jesús desnudo y borracho de miel» y «La Deposición»).  Se trata de pinturas monocromas, conocidas como pinturas de la Pasión, que datan de los siglos XVI y XVII. Y son ejemplos únicos de cómo se utilizaba la Tela Génova para dispositivos litúrgico-devocionales en el siglo XVI. Inspiradas en la Gran Pasión de Alberto Durero, las obras, iniciadas en 1538, se atribuyen en parte al pintor Teramo Piaggio; se trata de lienzos azules de fibra de lino teñidos con añil, que los historiadores señalan como los antepasados de las famosas telas azules.

Existen otros numerosos testimonios del uso de «Tela Génova» ya en siglos anteriores, como la estatua del siglo XVIII que representa a un niño con pantalones azules en Tela Génova.

El siglo XIX vio nacer los vaqueros modernos. En 1853, tras el descubrimiento de oro en California, Levi Strauss fundó Levi Strauss & Co. en San Francisco para vender ropa útil a los exploradores y buscadores de oro. Hoy, con la marca «Levi’s» y el legendario modelo «501», la empresa cuenta con la mayor cuota de venta mundial de vaqueros.

Pero, volvemos un momento al nacimiento del celebre brand. Levi’s Strauss en aquella época también compraba telas para cortinas, que luego utilizaba para fabricar delantales de trabajo. Al principio, estos últimos eran poco duraderos e incómodos. Strauss intentó mejorar sus cualidades utilizando la tela azul, fuerte y pesada, que utilizaban los marineros llegados del viejo continente.

Fue en 1871, cuando el sastre Jacob Davis fabricó los «nuevos» y modernos modelos de vaqueros. La ingeniosa idea consistió en añadir remaches de cobre para reforzar los puntos más expuestos al desgaste, como los bolsillos, siempre repletos de las herramientas utilizadas por los buscadores de oro y por los mineros. Este nuevo diseño reforzado fue patentado el 20 de mayo de 1873 por la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU. con el nº 139.121, «para mejoras en la sujeción de las aberturas de los bolsillos» (“for improvement in fastening pocket openings” ), después de que Davis decidiera asociarse con Levi Strauss, ya que no disponía de los 68 dólares necesarios para el registro.

A estos nuevos pantalones reforzados se les llamaba waist overalls y tenían la función de cubrir la ropa habitual durante el trabajo y protegerla de la suciedad. De este modo, Levi’s pudo fabricar en exclusiva unos pantalones de algodón resistente unidos no sólo por las puntadas de costura tradicionales, sino también por remaches metálicos recién patentados, que se convirtieron en el uniforme de los ferroviarios americanos, de los mineros (miners), de los vaqueros (cowboys) y tuvieron un éxito inmediato. El modelo original tenía cinco bolsillos.

A partir de 1890, cuando el tejido «jeans» se convirtió en sinónimo de pantalón y la tela tomó definitivamente el nombre de denim, una vez expirada la patente, cualquier fabricante pudo fabricar y distribuir libremente pantalones con características similares. Los principales fueron Harry David Lee y C.C. Hudson, hoy conocidos bajo las marcas Lee y Wrangler respectivamente. También en 1890, se añadió un bolsillo para el reloj y para las monedas.

En 1905 se añadió el segundo bolsillo trasero a los vaqueros. Las trabillas para el cinturón no se aplicarían hasta 1922, mientras que en 1926 la cremallera sustituyó a los botones tradicionales (los botones de tirantes no se suprimieron definitivamente hasta 1937). En 1935 se lanzaron los primeros jeans para mujer. Fue en esos años cuando algunas revistas empezaron a hablar de esta prenda, introduciéndola en el mundo de la moda.

La Segunda Guerra Mundial creó una heroína del jeans en Estados Unidos. La llamaron “Rosie the Riveter”, y se convirtió en un símbolo, un auténtico icono nacional, para seis millones de mujeres estadounidenses que habían sustituido a los hombres, que habían ido a la guerra, en las fábricas de aviones, tanques y cañones. El retrato más famoso de esta heroína tan icónica lo realizó el pintor e ilustrador Norman Rockell, que retrató a la modelo Mary Doyle Keefe, representándola como una poderosa Rosie, en jeans con los bordes remangados y una camiseta azul mientras descansa, comiendo un bocadillo y sosteniendo un compresor en el regazo, como si de una ametralladora se tratara.

Hasta la Guerra Mundial, los vaqueros (o pantalones jeans) siguieron siendo considerados ropa de trabajo, utilizada por buscadores de oro y mineros, vaqueros, marineros y granjeros, mecánicos y albañiles, antes de convertirse en prenda de vestir para el tiempo libre después de la guerra.

Llegamos a los míticos años 50, aquellos de James Dean y de sus rebeldes apariciones cinematográficas. Con el cine americano de los años 50, los jeans conquistaron el mundo de los jóvenes y entraron en sus casas junto a los primeros ídolos de la época: los llevaba en azul oscuro James Dean, con cazadora roja, camiseta blanca y cigarrillo, mientras que los Levi’s 501 button fly negros (es decir, con botones y sin cremallera) los llevaba Marlon Brando (que definió el modelo estético del «chico malo»), conduciendo una potente moto con una cazadora de cuero Schott NYC 618 negra y una camiseta blanca.

Elvis Presley y Bob Dylan también los llevaban durante sus conciertos. Gracias también a su moderno peinado con gomina con brillantina, estos personajes se convirtieron en iconos del imaginario juvenil. En esta época, los fabricantes se empeñaron en dar publicidad al producto y eliminar de algún modo la asociación negativa entre los jeans y el mundo subversivo de las subculturas juveniles, que los hacía inaceptables a los ojos de los consumidores de clase media y media acomodada.

En 1957 los jeans llegaron a la Unión Soviética. Los primeros vaqueros aparecieron en la entonces URSS con motivo del Festival Internacional de la Juventud y los Estudiantes, que se celebró en Moscú, lo que permitió al pueblo soviético conocer por primera vez el tejido jeans. Los vaqueros pronto se convirtieron en algo más que una prenda de vestir, y pasaron a ser un símbolo de libertad y éxito. En aquella época, tener un par de vaqueros de marca en el guardarropa significaba poder presumir de un alto nivel económico. No obstante, muy pronto el gobierno intentó contrarrestar su difusión. Se prohibieron los jeans y quienes los llevaban podían incluso correr el riesgo de ser expulsados de la universidad o perder su trabajo. Sin embargo, estas medidas no hicieron otra cosa que aumentar el interés por esta prenda. Los primeros en lucirlos fueron marineros, hijos de diplomáticos y pilotos. Los importaban directamente del extranjero: a menudo tenían que llevar puestos varios pares escondidos uno encima de otro, bajo grandes pantalones de lona, para introducirlos en el país. Más tarde, empezaron a asociarse con la cultura hippie y la gente empezó a coserles triángulos de tela en la parte inferior para convertirlos en modernos pantalones de campana. Los contrabandistas fueron los primeros «tiburones del libre mercado» en la URSS. La propaganda soviética los convirtió prácticamente en los principales enemigos del ciudadano soviético. Debido a sus actividades, se arriesgaban no sólo al ostracismo social, sino también al encarcelamiento. A menudo, para evitar problemas con la ley, en lugar de revender sus mercancías, simplemente las cambiaban por otras igualmente difíciles y raras de encontrar en el mercado. De hecho, el trueque no estaba prohibido en la URSS (a diferencia de las transacciones con divisas extranjeras). Muchos de los principales empresarios rusos de hoy empezaron sus carreras traficando con pantalones jeans.

En 1961, dos contrabandistas, Rokotov y Faybishenko, fueron condenados a muerte. Uno de los cargos fue tráfico de vaqueros. Esta historia aún se recuerda hoy en día, ya que en América apareció una marca de vaqueros compuesta, en su honor, con sus nombres: Rokotov&Fainberg.

La marca de jeans más popular en los últimos años de la URSS fue la marca Montana. Este brand existe todavía en Alemania, donde fue registrada en 1976. Sin embargo, los historiadores de la moda no se ponen de acuerdo sobre el origen de los vaqueros Montana soviéticos. Lo más probable es que se fabricaran clandestinamente en el sur de la URSS y luego se distribuyeran en el mercado. Lo más atractivo de estos vaqueros era que eran tan rígidos y duros que se quedaban literalmente “de pie” al ser apoyados en el suelo.

Otras marcas populares en la URSS de aquellos años fueron Levi’s, Wrangler, Lee y Jesus. A pesar de que sus pantalones eran bastante caros, ya que costaban 100 rublos, el equivalente al sueldo de un ingeniero soviético, seguían siendo el oscuro objeto de deseo de la sociedad soviética. En cambio, gran parte de la población compraba vaqueros de la India o Polonia, mucho más asequibles. La marca era lo que demostraba la calidad de los jeans. Sin embargo, a los amantes de la moda les gustaba cambiarles las etiquetas. A finales de los 80, las primeras marcas soviéticas de vaqueros, como Tver y Vereya, también empezaron a hacerse populares, aunque su calidad no era la mejor, ya que ni siquiera se utilizaba tela denim en su producción. También se hicieron muy populares los llamados samostrok, vaqueros personalizados que se cosían en casa.

Llegamos a los años sesenta, la época de la Contracultura. En los años sesenta, los de la «contestación global», a partir de las revueltas estudiantiles de 1968, los jeans azules, debido a la sencillez y esencialidad de su forma, expresaban concretamente el rechazo, por parte del mundo juvenil en particular, de las convenciones sociales, de la ropa formal y de la moda que reflejaba las diferencias existentes entre las distintas clases sociales. Los vaqueros azules se convirtieron casi en un uniforme del mundo juvenil y pasaron a ser el símbolo por excelencia de la «anti moda», de la pulsión igualitaria presente en las nuevas generaciones, que unía a estudiantes y trabajadores en un proyecto ideal común. El pantalón vaquero adquirió así un significado político, convirtiéndose en uno de los símbolos más importantes de la contracultura, de la protesta, y en uniforme de los adherentes a los movimientos por los derechos civiles, símbolo de la rebeldía juvenil, de las bandas, del deseo de los jóvenes de distanciarse de la hipocresía del mundo adulto de la época. Fueron los años de las marchas contra la guerra de Vietnam.

A medida que los ‘blue jeans’ se convirtieron en una prenda de masa, perdieron en parte sus características originales como prendas cómodas para ser utilizadas durante trabajos manuales extenuantes y siguieron, siendo símbolos de ‘anti moda’, los dictados de la moda que, como es bien sabido, no siempre coinciden con los requisitos de practicidad y comodidad. Fue entonces cuando los adolescentes entraron en las tiendas de ropa y, por primera vez, pidieron ver un par de «vaqueros azules». Así nació, casi un siglo después de su debut oficial, el neologismo que ha distinguido a esta prenda desde entonces. Los jóvenes pretendían obtener un aspecto sexy gracias a sus pantalones y para ello, aun a costa de la comodidad y libertad de movimiento o de su uso funcional, querían reducir al mínimo la distancia entre la epidermis y su «segunda piel» de tela vaquera.

En 1971, el astronauta de la NASA John W. Young llevó consigo un par de jeans a bordo del Apolo 16. Fue la primera vez que este tejido viajó al espacio.

A finales de los setenta, con el declive de las protestas, las distintas marcas tomaron el relevo de los jeans como prenda elegante. Durante este periodo, los famosos pantalones se extendieron entre los jóvenes de todo el mundo y se convirtieron en sus pantalones favoritos y en los más usados. Con la «creatividad» hippy, se popularizaron los vaqueros con flecos y pintados, anchos en la pantorrilla y ajustados en la parte superior, «a campana» o, por el contrario, anchos en la parte superior y ajustados en la pantorrilla «estilo jinete», todos holgados o «en su punto».

A partir de los años 80, todas las empresas de confección producen su propia línea de vaqueros prêt-à-porter, ya que los vaqueros de diseño se prefieren según dicta la tendencia, dejando de ser una prenda sólo para jóvenes y para el tiempo libre, para convertirse también en un artículo de lujo. Entre finales de los años ochenta y principios de los noventa, los jeans se redescubren y adquieren cada vez protagonismo.

En la actualidad, el pantalón jeans puede interpretarse de forma personalizada, añadiendo adornos, materiales como purpurina, broches…  Los vaqueros, sin embargo, en cierto sentido, ya nacen «personalizados» o «firmados» (con la etiqueta de un diseñador conocido). Aunque la mayoría de los entendidos sigue prefiriendo a la mítica etiqueta roja cosida en el bolsillo trasero derecho de los blue-jeans Levi-Strauss. Con el paso de los años, la etiqueta Levi’s se ha convertido en un elemento característico e indispensable de una prenda que es sinónimo de calidad.

Enfoquémonos ahora en los modelos de jeans «Tela Génova”. A finales de los años setenta, con la extensión del fenómeno del consumismo a escala planetaria y la consiguiente posibilidad para muchos de darse el gusto de lo superfluo, las variaciones de esta prenda se multiplicaron: Al corte «acampanado», casi en desuso durante décadas (y que volvió tímidamente en los años 90), se añadieron el corte tubo o pitillo, el corte ceñido, versiones de entrepierna alta y baja, y en cuanto a los colores, además de modelos ya desteñidos (para aprovechar la moda que los prefería descoloridos) y en diversas tonalidades, se produjeron todo tipo de colores y tejidos.

Además, están los vaqueros picados, los rasgados (conocidos como ripped jeans), los ajustados (slim fit y skinny) y los que llevan aplicaciones de colores de otros materiales y modelos con inserciones de encaje, pedrería, plumas y pitón, que suelen ser mucho más caros que los lisos.

Desde principios de los noventa también están de moda las versiones vintage, que dan una sensación de vaqueros viejos, por lo que la industria ha buscado métodos para suavizar y envejecer el tejido, con el objetivo de que los pantalones, aunque recién salidos de fábrica, parezcan usados. Según los dictados de esta moda, los vaqueros, cuanto más rasgados, deshilachados, más valor estético adquieren; cuanto más desgastados y viejos parecen, más tienen el encanto de la prenda original de hace unas décadas y que perteneció, tal vez, a los padres de uno. Las versiones más comunes son el deslavado, el lavado a la piedra (lavado con piedra pómez u otro material), el lavado con enzimas, el arenado (lijado del tejido con arena) y el cepillado automático (intervención con cepillos abrasivos).

Una variante especialmente significativa de este fenómeno de apreciación estética del desgaste en los jeans se encuentra en la costumbre de provocar artificialmente esas zonas de desgaste diferente que son el efecto normal de la cintura «natural» de los pantalones. Así, las partes del tejido correspondientes a la parte que cubre el trasero y las rodillas, que en realidad se desgastan más que el resto por un efecto de fricción, se hacían a mano, normalmente rascando con piedra pómez o papel de lija. Hubo variaciones en el corte: el bolsillo pequeño a veces estaba a la izquierda en lugar de a la derecha, los bolsillos traseros en algunos modelos se ampliaron, también aparecieron cierres de cremallera en los bolsillos y también se produjeron modelos con un corte híbrido (con los bolsillos traseros de los pantalones clásicos).

Por último, los vaqueros no denim. Además de los tradicionales jeans adecuados para un uso casual e informal, para las personas que, a pesar de llevar pantalones de un tejido más preciado, no quieren renunciar a la comodidad y resistencia de los vaqueros, sintiéndose así más libres en sus movimientos sin riesgo de desgarros, se han creado los vaqueros no denim. Los llevan sobre todo las personas mayores, en ocasiones más formales y de negocios en las que se requiere un atuendo más elegante. Están confeccionados principalmente con molesquín, en twill, incluidos los chinos, gabardina y terciopelo.

Hoy en día, los jeans son un elemento básico en el guardarropa, disponibles en una multitud de estilos, colores y precios. Desde las versiones desgastadas hasta los modelos de alta costura, los jeans han demostrado ser una prenda versátil y atemporal; una prenda que ha trascendido sus humildes orígenes para convertirse en un fenómeno icónico y global. Su durabilidad, versatilidad y estilo han asegurado a este tejido un lugar permanente en la historia de la moda y de la cultura pop.

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