DURANTE LA EDAD MEDIA, EL HÁBITO PREDOMINANTE ERA DORMIR EN DOS TIEMPOS

Dormir ocho horas cada noche puede parecernos lo más natural del mundo. Sin embargo, hasta la Edad Media, el hábito era el sueño bifásico.

Por Jerónimo Moleque Ibañez


Dormir ocho horas cada noche puede parecernos lo más natural del mundo. Es la recomendación que recibimos por parte de los expertos y refleja la costumbre de casi toda la población humana. Sin embargo, no siempre fue así. El historiador Arthur Roger Ekirch ha demostrado en sus estudios que la relación del ser humano con el sueño ha cambiado – y mucho – a lo largo de los siglos. En su libro «At Day’s Close: A History of Nighttime», Ekirch esboza la historia del sueño en Occidente desde la Edad Media hasta la Revolución Industrial.

Durante la Edad Media, el hábito predominante era dormir en dos tiempos. Esta modalidad se define como sueño bifásico. La gente se iba a dormir sobre las 9 y las 10 de la noche, para despertarse tres horas más tarde.

Según cuenta el historiador, en la hora de vigilia antes de volver a dormirse, la gente se entretenía «de múltiples maneras, desde lo espiritual a lo profano, pasando por tareas más mundanas como levantarse a orinar, en un orinal o, en las tardes templadas, al aire libre. Era necesario encender un fuego o tal vez preparar una jarra de cerveza.

Además, siempre según lo que cuenta Ekirch en su libro, a los enfermos se les administraban pociones y elixires, mientras que para algunos pobres, las altas horas de la noche (de medianoche a tres de la madrugada), eran un momento propicio para la caza furtiva y los pequeños robos, siempre que la luna no estuviera llena. Se saqueaban huertos y se robaba leña. Sin embargo, la mayoría de la gente no salía de la cama y prefería reflexionar sobre los sueños de los que se despertaba.

Ningún otro momento del día ofrecía un intervalo de oscuridad tan apartado en el que absorber nuevas visiones de consuelo, espiritualidad y autorrevelación.

También había oraciones que recitar «al despertar por la noche». Y ningún momento se consideraba mejor para la intimidad sexual si una pareja deseaba concebir hijos.

Con la Revolución Industrial, todo cambió y el sueño bifásico fue desapareciendo. La llegada de la iluminación artificial con lámparas de gas a los hogares, lugares de trabajo y calles tuvo un fuerte impacto en el ritmo circadiano: la gente se dormía más tarde y ya no en dos fases.

Los ritmos de trabajo y el énfasis en la productividad también obligaron a los trabajadores a condensar sus horas de sueño durante la noche para no interrumpir las actividades cotidianas. En resumen, ya no había lugar para una segunda siesta.

Otra curiosidad, relacionada con el sueño, tiene que ver con Leonardo da Vinci. El celebre genio italiano organizaba su sueño para aprovechar al máximo el día y tener más tiempo para la investigación y el arte. Se cuenta que Leonardo dormía poco pero varias veces al día, para de esa forma optimizar su trabajo. Dormir varias veces al día entre 15 y 20 minutos parece unir a algunas de las personas más ingeniosas y creativas de la historia.

Es experiencia común que el principal período de nuestro descanso es durante las horas nocturnas, y que en la mayoría de los individuos, esto puede asociarse con una siesta en las primeras horas de la tarde, siguiendo el ritmo fisiológico mono o bifásico de sueño-vigilia. Sin embargo, hay individuos en los que las necesidades de sueño están fragmentadas, con múltiples siestas, a lo largo de 24 horas. Este ritmo polifásico es típico del lactante y también es frecuente en los ancianos. Lo que hace que el sueño polifásico sea especialmente intrigante es el hecho de que algunas de las personas más ingeniosas y creativas de la historia de la humanidad parecen haber mantenido este ritmo de sueño-vigilia durante toda su vida. Entre ellos, como hemos adelantado, el genio Leonardo da Vinci es sin duda el más fascinante. Se dice que Leonardo tenía un ritmo organizado con fases de vigilia de 4 horas alternadas con periodos de descanso de 15-20 minutos. De este modo, el artista conseguía restablecerse maximizando sus facultades mentales y la duración de sus horas de vigilia, que podía llegar a ser de 22 horas.

Partiendo de la hipótesis de que ese ritmo podría contribuir a mejorar el rendimiento cerebral, desde principios del siglo XX se han elaborado diversos protocolos para acostumbrar al cerebro a abandonar el ritmo fisiológico monofásico o bifásico en favor del ritmo polifásico.

Los astronautas y marineros, que realizan largas travesías, son entrenados para utilizar el sueño polifásico con el fin de maximizar el rendimiento y eliminar el largo periodo de sueño nocturno, dejando más tiempo para las actividades productivas.

Aunque durante breves periodos y en determinadas condiciones este ritmo puede considerarse favorable, sigue siendo artificial y contrastado con el ritmo fisiológico de nuestro cerebro, lo que a largo plazo conduce a una privación crónica del sueño que puede tener graves consecuencias para la salud del individuo.

Cómo dormía realmente Leonardo da Vinci y hasta qué punto su ritmo de sueño-vigilia influyó en su genialidad será un tema siempre rodeado de misterio, pero una cosa es cierta: dormir de acuerdo con el ritmo natural de nuestro cuerpo nos ayuda a ser más eficientes y saludables.

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