EL DOPAJE SONORO Y COMO LA MÚSICA INFLUYE EN EL DEPORTE

Existe una sustancia dopante que todos los que practicamos deportes solemos usar.

Por Martina Bareni


Solemos escuchar música durante nuestras sesiones semanales de running o de spinning , a la hora de enfrentarnos a las maquinas del gimnasio o a las cuestas montadas en nuestras bicis, o antes de un partido de pádel entre amigos. Independientemente del deporte que practicamos, solemos acompañar nuestra actividad con canciones que nos motiven. Lo hacemos porque nos parece que la música puede darnos ese empujón extra para hacer frente al esfuerzo físico, o para engañar al cansancio.

Resulta curioso, pero la música influye de verdad en nuestras prestaciones atléticas. Es lo que se conoce como dopaje sonoro. Tanto es así, que, en algunas competiciones, el escuchar música está prohibido.

En Estados Unidos, el USA Track and Field, que gestiona a los atletas que compiten en los Juegos Olímpicos, prohíbe escuchar música en todas sus competiciones. Pero, ¿cómo la música afecta realmente a nuestro cerebro?  La respuesta está en los estudios de Costas Karageorghis, profesor de psicología del deporte en la Universidad Brunel de Londres. El profesor Karageorghis descubrió, mediante una serie de experimentos, que la música estimula la producción de dopamina y endorfinas, lo que conlleva un efecto relajante.

Además, el profesor midió las ondas cerebrales producidas por un grupo de atletas que corría los 400 metros mientras escuchaba la canción «Happy» de Pharrel Williams, descubriendo una mayor frecuencia de producción de ondas beta, que se asocian a una intensa actividad mental.

En general, existen cinco ámbitos en los que actúa la música: activación y motivación; disociación de la fatiga; sincronización de los movimientos; concentración previa a la carrera; adquisición de nuevas habilidades motrices, También podríamos hablar de una hipotética lista de reproducción perfecta para acompañar un entrenamiento, en la cual varias canciones con diferentes BPM se asocian a ejercicios cada vez más intensos: desde 89 BPM para la preparación mental hasta 153 BPM para ejercicios de resistencia.

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