EL MISTERIO DE LA EPIDEMIA DANZANTE DEL AÑO 1518

La increíble historia de un fenómeno ocurrido realmente, al cual ningún científico ha sabido todavía dar una explicación lógica.

Por Joan Castañeda


En el mes de julio de 1518, ante la mirada sorprendida de sus vecinos, una mujer llamada Frau Troffea comenzó a bailar en las calles de la ciudad de Estrasburgo. No había música y el rostro de la mujer no mostraba expresión alguna de alegría.

Parecía más bien poseída por algo sobrenatural.

Frau Troffea parecía incapaz de detener su frenesí. La peste danzante de 1518 había comenzado. Si se hubiera tratado de un incidente aislado, los ancianos de la ciudad podrían haberlo atribuido a la locura o a una posesión demoníaca. Sin embargo, pocas horas después de que Troffea comenzara a bailar, otro habitante de la ciudad se unió a ese extraño baile. Y luego otro. Y otro… Al cabo de una semana, más de treinta personas estaban bailando sin control, sin parar, día y noche, por las calles de la ciudad. Y la cosa no quedó ahí. En poco menos de un mes, más de 400 otros ciudadanos de Estrasburgo habían sido arrastrados por el fenómeno y estaban bailando por las calles de la ciudad sin que nadie consiguiera pararles.


Las autoridades médicas intervinieron solamente en el momento en el cual algunos de los bailarines empezaron a fallecer debido a infartos, fatiga o apoplejías. Por alguna razón inexplicable, estos “expertos” sentenciaron que la cura para el baile iba a ser el bailar más. Así que mandaron a construir un escenario de madera para que unos músicos pudieran tocar y acompañar a los bailarines.

Los investigadores modernos siguen analizando minuciosamente lo ocurrido, con el objetivo de encontrar alguna teoría lógica y poder así encontrar unas explicaciones cientificas sobre las causas de lo que ocurrió en aquellos días de 1518 en la ciudad de Estrasburgo. La única teoría barajada hasta ahora, que todavía está por demostrar, es que todo se debió a la agricultura. La afección llamada ergotismo se produce cuando los granos de centeno son atacados por un moho específico. Comer el centeno infectado puede provocar convulsiones.

Sin embargo, esa teoría no convence mucho a los investigadores científicos, ya que los movimientos de los afectados descriptos en la literatura de la época, se parecían mucho más a danzas tradicionales que a convulsiones.

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