Situada en el extremo del Campo de Marte a la orilla del río Sena, este monumento parisino es el más visitado del mundo con más de 7 millones de turistas al año.
Por Nicolás Fonseca Rivas
Gustave Eiffel se enmarca dentro de la generación positivista, corriente filosófica que tiene el conocimiento científico como único auténtico, llegando a él a través del método científico. Ejemplo ideal son las ciencias físicas que triunfan claramente en las aplicaciones técnicas del resto de disciplinas.
Este es el momento del surgimiento del ferrocarril, el gran símbolo de la generación positivista: una infraestructura que permitió el abaratamiento de los costes del transporte, mayor movilidad y dinamismo, el aumento de los beneficios y un sinfín de ventajas de las que seguimos disfrutando hoy en día.
En este marco socioeconómico nace Gustave Eiffel, ingeniero civil francés que adquirió su renombre diseñando varios puentes para la red de ferrocarriles de Francia, especialmente notable el viaducto de Garabit. Eiffel creció absolutamente influenciado por la figura de su madre, una mujer caracterizada por el pensamiento crítico hacia el progreso social, que cultivó los valores burgueses de la época, y cuyo carácter autoritario le llevó a administrar la mayoría de los negocios familiares.
Gracias a un contacto facilitado por su madre, Eiffel conoció a Charles Nepveu. Éste tenía su propia compañía y fue quien le introdujo en el mundo de la arquitectura y de la construcción de puentes para el ferrocarril. Gracias a él tuvo la oportunidad de dirigir la construcción del puente de Burdeos con solo 26 años, demostrando así su gran capacidad organizativa y su don de gentes.
Al conseguir numerosos e importantes contactos en Francia, su carrera fue en progresión y, gracias a esto y a su enorme popularidad y buena reputación, logró levantar la famosa Torre Eiffel, a la que dio su nombre. Se trata de la construcción más reconocible de París y de toda Francia, que recibe millones de turistas cada año. En un primer momento, se construyó únicamente para la Exposición Universal de París de 1889, pero nadie podía imaginar que iba a seguir en pie hasta nuestros días.
Tras finalizar su función como parte de la exposición parisina, el ejército francés la utilizó como antena de comunicación durante las dos guerras mundiales. Un receptor situado en esta torre interceptó las comunicaciones de radio enemigas, lo que dificultó el avance alemán sobre París y contribuyó a la victoria de los países aliados. Además, esta función ha llegado hasta nuestros días porque, aun utilizándose como atractivo turístico, sigue funcionando como emisora, en este caso para programas radiofónicos y televisivos.
Ilustración: Kike García
Creo que las curvas de los cuatro pilares del monumento, tal como hemos calculado,
le dan un gran sentido de fuerza y belleza.
-GUSTAVE EIFFEL-