La agencia espacial estadounidense contará con un programa interno de investigación específico sobre el fenómeno de los misteriosos objetos no identificados.
Por Edy B. Morgan
Muy a menudo, en los cielos de todo el mundo, se producen “observaciones de eventos que no pueden ser identificados como conocidos o fenómenos naturales”, por lo que también la NASA ha decidido sumarse a la investigación sobre el fenómeno OVNI/UAP. Así lo anunció Thomas Zurbuchen, jefe de la dirección de la misión científica de la NASA, durante su discurso en la Academia Nacional de Ciencias, Medicina e Ingeniería.
La NASA contará con su propio equipo dedicado exclusivamente a estudiar este fenómeno que, en los últimos años, ha conllevado un aumento en la atención de los medios y la opinión pública bastante llamativo.
En junio de 2021, la Defensa de EE. UU. presentó un informe oficial sobre la UAP, que catalogó más de 140 objetos voladores que el Pentágono no pudo identificar. Punto clave del informe, la declarada imposibilidad de Defensa de comprobar que estos objetos fueran de procedencia tecnológica aeroespacial avanzada por países como China o Rusia. Misma imposibilidad de probar otros tipos de procedencia, por tanto, también extraterrestre.
El papel de la NASA será aquello de dar una perspectiva científica a lo que ya está en el foco del Pentágono y de las agencias de inteligencia, explica Zurbuchen, precisando que el programa de estudios es controvertido, pero es una tarea en la que la NASA debe participar.
El anuncio se produce después de la primera audiencia pública en 50 años realizada en el Congreso, en la que miembros del Pentágono han informado a los parlamentarios sobre análisis sobre el fenómeno, a la que deberían seguir otras reuniones.
Pudimos ver en todos los medios de comunicación a escala mundial, los videos que presentó el Pentágono y que han dejado claro por lo menos con cuanta frecuencia el ser humano y sus tecnologías se encuentran con este misterio cruzando los cielos.
Podemos decir con seguridad que los ovnis, ahora llamados uap (fenómenos aéreos no identificados) en los últimos años han vuelto a generar una considerable preocupación en las instituciones americanas, siempre más atentas y preocupadas por las que parecen aeronaves capaces de desafiar las leyes de la física y penetrar el espacio aéreo de los Estados Unidos.
Podrían también tratarse de avances tecnológicos de rivales extranjeros. Sin embargo, la publicación del tan esperado informe del Pentágono sobre UAP no ha dado respuestas concluyentes, lo que plantea serias dudas sobre la inteligencia y por qué el tema se ha disparado hasta lo más alto de la agenda de Washington.
Existen en la mesa diferentes hipótesis. Sin embargo, el informe admite que los analistas no pueden explicar al menos 143 de los 144 avistamientos informados. El problema, reconocen, es que no hay suficientes datos para sacar conclusiones sólidas. Y que lo que se aprecia en las grabaciones no tiene respuesta científica que pueda ser considerada como lógica. El punto no es tanto si las cosas extraordinarias descritas en los avistamientos pertenecen a Rusia, China… Sino si algo realmente extraordinario está sucediendo.
Según los escépticos, la mayor parte de lo que sucede en el cielo puede ser el resultado de una descripción incorrecta, un error técnico o humano, o un fenómeno de ilusión óptica.
Un claro ejemplo es el llamado caso Nimitz de 2004, cuando dos pilotos del portaaviones estadounidense divisaron un objeto blanco y muy grande moverse de forma extraña en el cielo. El objeto habría reaccionado a los movimientos de los pilotos para luego desaparecer con una velocidad extraordinaria. Algo inexplicable según los pilotos. Pocos instantes después el objeto reapareció, y en ese momento un tercer conductor grabó el video que alguien pasó al New York Times en 2017.
Supuestamente, el episodio fue investigado por el Aatip (programa avanzado de identificación de amenazas aeroespaciales) del Pentágono, que luego renombró el caso como tarea UAP. El reciente informe sobre la uap fue realizado por este organismo. La noticia causó sensación debido a la disponibilidad en hablar de uno de sus principales testigos, el comandante David Fravor, quien en una entrevista con ABC News declaró que el enorme objeto parecía “no ser de este mundo”.
El caso, sin embargo, parece muy viciado por errores de descripción e inconsistencias en los testimonios. Fravor negó las afirmaciones de otros miembros de la tripulación del portaaviones Nimitz, incluidas las alegaciones de que oficiales misteriosos requerían datos importantes. Y el otro conductor en la primera reunión, Alex Dietrich, dijo que su avistamiento del misterioso objeto volador duró alrededor de diez segundos, lo que contrasta mucho con los cinco minutos de los que habla Fravor.
El punto es que la memoria y la percepción errónea pueden engañar incluso a los pilotos mejor entrenados. Mick West, un famoso escéptico, sostiene que gran parte del testimonio del piloto y lo que se ve en la película puede explicarse por una ilusión óptica, y el informe admite que no se puede descartar «la percepción errónea del observador» de algunos avistamientos.
El caso del Nimitz, así como otros avistamientos de UAP, fue respaldado por datos procesados por radar y sensores, que sin embargo aún no han sido revelados al público. Y aún así, hay que tener en cuenta que incluso los sistemas técnicos más sofisticados no son infalibles. Como se reconoce en el informe, los casos en los que UAP ha resaltado «características de vuelo inusuales» también podrían ser el resultado de errores del sensor o suplantación de identidad, una técnica que engaña a los sistemas de radar al mostrar información inexacta.
La realidad es que los analistas se enfrentan a una reto enorme y muy complicado. Quienes tratan con UAP lo hacen sobre la base de ciertos sistemas de recopilación de información. Pero como señala el informe, los sensores militares estadounidenses están «diseñados para una misión específica» y «normalmente no son adecuados para identificar un UAP».
Es más probable que, en algunos casos, para llegar a entender mejor lo que sucede, se necesiten otras herramientas, más colaboración científica y más estudios que se sometan al escrutinio de expertos, por lo tanto, también sin las prisas y las presiones causadas por la «necesidad de saber» de la inteligencia.
Quizás la Nasa podrá aportar más claridad al asunto.
Además, con datos tan limitados, los analistas están más expuestos a sus propios sesgos cognitivos. El Aatip fue inicialmente contratado por una empresa cuyo fundador, Robert Bigelow, es un famoso amante de lo paranormal. Y el exdirector de Aatip, Luis Elizondo, continúa alimentando la narrativa de que los UAP son aeronaves que pueden no tener un origen humano.
Y luego está el problema de la exageración. El oficial Christopher Mellon, quien puso en marcha la historia de Nimitz al filtrar el video al New York Times, admite que él y Elizondo querían que los UAP entraran en «la agenda de la seguridad nacional». Los políticos deben guiarse por evaluaciones de inteligencia sofisticadas, no por las inclinaciones personales de analistas y funcionarios que forman sus opiniones sobre la base de datos de mala calidad.
Para seguir con una visión panorámica del fenómeno de la exageración, es importante tener en cuenta también otros eventos similares al de Nimitz, observados durante la Guerra Fría, cuando los analistas de la fuerza aérea exageraron con sus estimaciones acerca de los bombarderos nucleares soviéticos, con el objetivo de asegurarse de que el Congreso obtuviera más fondos.
Con sus esfuerzos, Elizondo y Mellon han hecho posible que ahora el gobierno de los Estados Unidos se ocupe más de las UAP, independientemente de su existencia real.
También el informe recién publicado pide «inversiones en análisis, recopilación y recursos».
Sin embargo, en paralelo a la solicitud de más conocimientos, el congreso también debería pedir más responsabilidad. Los videos militares que presentan uap continúan filtrándose a realizadores de videos que luego los usan para sus videos de ovnis. Estos intentos constantes de influir en la política, realizados por miembros internos del ejército, sin un contexto o análisis adecuado, reflejan una preocupante crisis de la inteligencia americana.