Todas las olas son diferentes y cada ola te dará sensaciones distintas. Unas te darán emoción, otras miedo, otras felicidad, otras te harán sentir vivo, otras te mostrarán lo débil que puedes llegar a ser. Pero lo cierto es que cada ola será para ti como escribir una historia. Una historia única y personal.
Por Danyel Facchetti
El olor que suelta la brisa del mar, la luz que te baña y los colores que te rodean, la espera, la intuición, aquel momento en el cual reconoces a tu ola y la ves que se acerca. El momento en el cual consigues llegar hasta su cima y en un instante sientes una descarga de adrenalina tan poderosa que acaba llenando tu cuerpo de energía. El surf es increíble y las sensaciones que regala te harán querer estar cada vez más en el mar.
El Surf, ante todo, es un estilo de vida: una filosofía más que un deporte. Amor por el mar, pasión por la libertad. Una pasión que a menudo acaba enganchando, aunque pueda resultar muy dura a veces, hecha de grandes esperas y de olas que pueden llegar a parecerse a paredes.
«Las olas son el campo de juego. La última meta. Son el objeto de tus deseos y de tu más profunda admiración. Pero también son tu adversario, tu némesis, tu enemigo mortal. La ola es el refugio, tu escondite feliz, pero también un territorio salvaje y hostil, una realidad indiferente y dinámica» escribió William Finnegan en su maravilloso “Barbarian Days. A Surfing Life” (Años salvajes. Mi vida y el Surf, Libros de Asteroide) libro que ganó el premio Pulitzer en el 2016. Así es, las olas, con su energía casi mágica, que en la vida de Finnegan han significado una magnífica obsesión, alegría y tormento.
William Finnegan, columnista del New Yorker y reportero de guerra, pasó su vida sobre las olas. Y en su celebre libro, a través del cual nos cuenta de su vida repleta de viajes, experiencias y “días salvajes”, nos habla de un amor devoto e incansable por el surf, una pasión que a lo largo de los siglos se ha difundido entre la gente de los mares y entre los océanos de todo el planeta.
Son muchas las personas que acaban diciendo que hay algo de divino y de profundamente espiritual en surfear las olas. «El mar es agua bendita y el surf es meditación» fue el lema de Carole Schuldt, una figura icónica para generaciones de surfistas. Carole fue rebautizada por la comunidad del Surf, como «reina de Ocean Beach», por el nombre de la playa de San Francisco desde la cual dispensó su amor por el mar y por las olas, desde que era una niña rebelde hasta sus últimos días, a los 85 años.
Si nos fijamos en la historia del surf, en sus orígenes y en sus valores, siempre encontraremos algo místico. Lo demuestran las pinturas rupestres del siglo XII en Polinesia, donde el surf, para la antigua sociedad polinesia, era considerado como «el deporte de los reyes» y donde las figuras más destacadas lucharon en oleadas para ganarse el estatus de «líderes», en función de su capacidad y de su resistencia física.Y también lo demuestra el surf como práctica envuelta en connotaciones religiosas en Hawaii, donde las canciones isleñas del siglo XV – por lo tanto antes que llegasen los europeos – contaban de grandes desafíos en tablas de surf entre reyes y líderes sociales de alto rango que arriesgaban su honor, y de ofrendas y rezos que precedían la construcción de las tablas de madera entre ritos propiciatorios sagrados. Los sacerdotes bendecían las mareas y algunos break contaban con sus heiaus (templos) en la playa, donde los fieles podían rezar para la llegada de las olas. Según los historiadores Peter Westwick y Peter Neushul “durante una competición entre los campeones de Maui y de Oahu, el premio consistía en cuatro mil cerdos y dieciséis canoas de guerra”.En estos lugares paradisiacos, todos surfeaban: mujeres, hombres y niños.
En 1777 llega el primer testimonio acerca del Surf escrito por un europeo, gracias a James Cook, descubridor de nuevas tierras. Y del surf. Lamentablemente, los colonizadores intentaron limitar la práctica, debido a que la consideraban como algo ofensivo para el decoro.
Llegamos al siglo XX. Jack London, el autor de la obra maestra “Martin Eden”(AlbaEditorial), llegó a Ohau, Hawaii, en 1907. El escritor americano se quedó fascinado por la cultura del Surf y fue uno de los primeros en contarla. Fue en aquella época que nació la pasión en el continente, aunque esa pasión llegó a invadir el sur de California solamente a partir de los años cuarenta. Pero, la verdadera explosión que convirtió al Surf en un deporte de masas, llegó en los sesenta, pocos años después del comienzo de la fabricación de los primeros neoprenos para protegerse del frio. Su inventor había sido Jack O’Neill, que los creó a principio de los 50.
Desde aquel momento, el Surf empezó a conquistar adeptos a ritmos imparables, gracias también al cine americano que contribuyó a difundir el Surf por el mundo. Desde el documental “The Endless Summer” de Bruce Brown, en 1964, pasando por la película de culto Big Wednesday (El Gran Miércoles), en 1978, hasta la mítica Point Break (Le llaman Bodhi), en 1991 -en la que los protagonistas cabalgan olas entre robo y robo- muchos han sido los homenajes cinematográficos dedicados a la cultura surfera que han contribuido a su difusión y que todavía siguen influenciando al publico atraído por las olas.
Se cuenta que Bruce Brown, el director de “The Endless Summer”, se documentó a lo largo de más de diez años antes de grabar el documental. Su película sigue siendo considerada como el más famoso y el mejor documental jamás realizado, entre aquellos dedicados al Surf.
La emoción que generan las olas en quien surfea es algo único y difícil de describir. Después de cada caída te levantas y vuelves. El surf es sentido de libertad, una pasión irrefrenable y búsqueda constante de un enfoque auténtico de la vida. Una historia de amor, con sus picos y con sus tropiezos. Una vida que en la realidad no siempre se parece a una canción de Beach Boys, salpicada de «buenas vibraciones», de cuerpos esculpidos, sol, playas y chicas en bikini. Pero que siempre vale la pena, al igual que cualquier actividad que implique frecuentar desde el respeto a la Madre Naturaleza.
El surf es como la mafia, una vez que estas dentro ya no puedes salir.
-KELLY SLATER-