La música actúa en lo más profundo de nuestro ser y es capaz de desencadenar emociones positivas, cambiar el estado de ánimo y hacernos sentir mejor.
Por Martina Bareni
Los niños aprenden a reconocer sus emociones a través de la música antes que a través de las palabras, tocar un instrumento musical amplifica la agilidad de nuestro cerebro, las plantas se benefician en su crecimiento de que haya música a su alrededor, escuchar música implica el uso de todo nuestro cerebro, escuchar música enérgica puede aumentar nuestra resistencia física hasta en un 15%, cuando escuchamos música se libera dopamina en nuestro cerebro, la música puede ser de gran ayuda a la hora de necesitar concentración. Estas son solamente algunas de las curiosidades relacionadas con la música y con los beneficios que aporta este arte tan “mágico”. Pero, hay más.
La música actúa en lo más profundo de nuestro ser y es capaz de desencadenar emociones positivas, cambiar el estado de ánimo y hacernos sentir mejor. Y hay una razón científica detrás de ello: la música activa una serie de mecanismos en el cerebro que se han estudiado con creciente atención a lo largo de los últimos años. Tanto es así que, en la actualidad, a la musicoterapia se le considera como una valiosa herramienta para mejorar el bienestar general de cualquier persona.
Son muchos los estudios científicos y los expertos que llevan tiempo investigando acerca del increíble poder de la musicoterapia en el ámbito medico y de la salud. Los estudios más recientes y fiables han demostrado, por ejemplo, cómo los síntomas de ansiedad y depresión disminuyen significativamente en pacientes tratados con musicoterapia, más allá de las terapias farmacológicas y psicoterapéuticas estándar.
No sólo eso, existen varios datos en la literatura que sugieren que tocar, cantar o escuchar música puede, sin necesidad de añadir terapias farmacológicas, reducir la presión arterial y ralentizar los latidos del corazón, actuando directamente sobre dos de los síntomas más importantes del estrés percibido.
Escuchar música produce más dopamina, aumenta la secreción de serotonina, la hormona de la serenidad, y libera endorfinas, que alivian el dolor y nos hacen sentir mejor mientras la escuchamos.
Basándose en todas las teorías anteriores, se pensó que la música también podría utilizarse para ayudar a tratar afecciones neurológicas específicas, como la epilepsia.
Para arrojar algo de luz sobre este tema, llegó un reciente meta análisis de Sandra Oberleiter y Jakob Pietschnig, dos neurocientíficos de la Universidad de Viena, que demostró que el Efecto Mozart, al menos en lo que se refiere a los trastornos epilépticos, no parece tener base científica. «La música de Mozart es magnífica», señala Oberleiter, primer autor de la investigación, «pero, por desgracia, no podemos esperar que cure los síntomas de la epilepsia».
En fin, escuchar música es bueno para la salud, conlleva un efecto positivo en la productividad y en el deporte, representa una poderosa herramienta para mantener vivo el diálogo entre generaciones, no sólo entre familiares, sino también intergeneracional. Escuchar música une a niños, padres y abuelos.
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