El artista de fama internacional Jacopo Prina en la Galería Bianchi Zardin de Milán con NICE PRICE, un “grito” critico y refinado, una exposición individual imperdible, comisariada por Domenico de Chirico.
Por Danyel Facchetti
Jacopo Prina es un artista milanés de fama internacional. Se trata de un artista libre de ataduras, probablemente cómo deberían ser siempre los artistas. Tal y como demuestra su gran trayectoria, este artista no entiende de compromisos. Su sentir, su visión refinada del mundo y su libertad quedan reflejadas con fuerza, pero a la vez con elegancia, en cada una de sus obras. El último ejemplo, la exposición personal que se puede disfrutar en estos días, en la Galería Bianchi Zardin de Milán: NICE PRICE, un “grito” critico y sugestivo, una enérgica rebelión conceptual de un artista extraordinario, contra la malsana alineación del sistema del arte con el capitalismo financiero.
Pero, para entender mejor al artista en cuestión, hay que mirar hacía sus orígenes y su pasado. Su infancia se desarrolla en un entorno de familiares creativos y artistas, y está salpicado de obras de arte abstractas, minimalistas, conceptuales e indescifrables de los años 60 y 70.
En 1990, con una especialización en diseño industrial, entra en el Milán que produce, sintiendo cierta asfixia por el exceso de objetos y publicidad insistente… Desde aquel momento, muchas inmersiones en el mundo del arte que cuenta. Ante todo, los estudios en cerámica (en Milán, en la Toscana, en España y en la región del Véneto, acompañado por maestros de renombre), a través de los cuales el artista busca – en la plasticidad de ese material milenario – la libertad de expandirse en todas direcciones y sin restricciones ni propósitos específicos. Dirige como profesional talleres de cerámica durante más de seis años en San Sebastián. En el año 2000, deja todas las complicaciones prácticas que implica el trabajo del ceramista para expresarse, a través de la pintura, sobre superficies bidimensionales.
Observa el entorno que le rodea con desapego.
Reproduce, combinándolas, las texturas ordinarias y cotidianas que le rodean. Observa y fotografa habitantes individuales en diferentes capitales del mundo, forzados a geometrías urbanas. Propone imágenes dentro de rígidos caminos bidimensionales. Tiempo más tarde, el artista decide considerar el conjunto a través de la escultura «Massa», expuesta en la prestigiosa fundación Arnaldo Pomodoro de Milán en 2008. Su nombre empieza a destacar en el ámbito internacional del arte contemporánea que cuenta.
El artista observa la ciudad infinita, desde arriba, desde lejos. Empieza a pintar mapas muy sugestivos en busca de una orientación utópica, regalando al espectador unas maravillosas visiones oníricas de vastos territorios sin centro.
Identifica detalles de estos mapas y los reinventa con materiales concretos. Son siempre fracciones de territorio, pero reducidas a una señal, fragmentos aislados, a veces aleatorios, pero elevados a sujetos.
Tritura catálogos de subastas, empieza a ejercer una crítica explícita y sin medios términos al mercado y al sistema del arte. Arruga íconos del arte, por desgracia, por el mercado y la especulación financiera. Su visión critica no implica compromisos y se convierte en una lucha iconoclasta por la supremacía del lenguaje del arte sobre el valor comercial.
Su recorrido expositivo comienza con dos personales en 2005. En Milán, en Luciano Inga-Pin, y en Zvono Gallery, en Belgrado. A estas exposiciones seguirán muchas otras de éxito, tanto personales como colectivas, en Italia y a nivel internacional. Hasta llegar a la actualidad: NICE PRICE.
En la serie de obras expuestas, Jacopo Prina utiliza, de forma extremadamente elegante, páginas de antiguos catálogos de subastas que ilustran iconos del arte de consumo, trabajados con diferentes técnicas: rasgaduras, abrasiones y collages que deconstruyen las imágenes de las obras que se han introducido en el mercado no ya por su mensaje o valor estético, sino única y exclusivamente por su valor económico.
Los datos acerca del origen de las obras, presupuesto y adjudicación, a menudo se mantienen intactos para subrayar la naturaleza del producto. Los significantes descontextualizados, fruto de las operaciones del artista, se recomponen en configuraciones estéticas originales y muy cautivadoras. Impactantes. En la intención del artista, la escritura de compra de estas obras se convierte en parte integrante del proceso creativo, desde el momento en que una de sus obras entra (o vuelve a entrar) en la espiral de un vórtice que se retroalimenta.
La exposición se abre con un explicito gesto de protesta contra la peor cara del mercado del arte. Una página de catálogo de subastas arrugada. La imagen de una obra (no en vano) de Damien Hirst, destruida.
El artista se apropia también de su título: T.H.C. (el principal principio activo del cannabis). La especulación financiera altera, al igual de lo que hacen las drogas, la percepción de una obra de arte.
El artista deja claro que los catálogos de subasta simbolizan a la perfección la mercantilización del arte. El coleccionista, o mejor dicho, el inversor, los utiliza para leer los datos aptos para una valoración exclusivamente económica de las obras publicadas. Jacopo Prina ve en todas esas obras, en esas mercancías, exclusivamente colores y formas. Arte. Los números no tienen cabida en su visión. Y para crear las obras expuestas, el artista utiliza las imágenes de las obras de los grandes maestros reproducidas en los catálogos de las subastas, las formas y texturas más bellas que han creado esos maestros.
El eje de la exposición se basa en todo momento sobre esa crítica explícita al mercado, y en consecuencia al mundo del coleccionismo. El artista recuerda que Duchamp nos dice que sólo el artista puede decidir qué es una obra de arte. Todo lo que necesita es una base, una galería y sobre todo una firma.
Piero Manzoni aumenta la dosis al declarar que todos los productos de un artista son obras de arte.
Pero, una vez que la especulación financiera entra en el mercado del arte, ¿quién puede decidir qué obras forman parte del mundo del arte? Quien invierte.
Ya en los años 80, Jean Baudrillard denunciaba la mercantilización absoluta del arte, declarando que el factor estético ya no es un valor y que todo el movimiento contemporáneo no es más que una cita del pasado.
Incluso Tommaso Montanari, en su libro «Contra las exposiciones», nos dice que es sólo un retorno económico el que guía las elecciones para una exposición. Y Marco Meneguzzo, en su libro «El capital ignorante», declara que ya no queda nada contra lo que luchar y que todos los aspectos del arte se han resuelto en un solo modelo: el dinero.
El mensaje, el lenguaje y la visión del mundo que propone un artista quedan en un segundo plano. Predomina el valor económico de partida y su posible revalorización. El valor ya no es el estético, sino el económico. El mercado solo tiene hambre de certificados de propiedad, desde cripto monedas hasta NFT. El enfoque abandona la obra original para acabar encerrado a una mera valoración económica. Esto se evidencia en los pasteles que el artista presenta en la exposición, tartas y donuts, también “cocinados” con páginas de catálogos de subastas.
En las dos series de obras que el artista presenta en la exposición, queda reflejado un paso atrás en la intervención manual, que formaba parte de su camino anterior. En los últimos trabajos, particularmente en las tartas, la intervención manual se reduce a la mínima o nula, no hay pinceladas, no hay pintura. No hay nada del artista para los afilados dientes del mercado. Su propuesta está hecha exclusivamente con aquellos ingredientes que ya le gustan al mercado.
Las obras del catálogo no son más que mercancías. Los deliciosos ingredientes se seleccionan y almacenan primero de acuerdo con sus formas y colores, para luego ser elegidos para la creación de nuevos platos. Los subtítulos, muy importantes, representan el toque final.
El titulo de la exposición, NICE PRICE, nace de esa idea: quien determina que una obra de arte es tal es quien invierte en ella. Además, junto con los galeristas que gestionan el espacio, el artista ha decidido ofrecer una serie de obras a un precio muy especial hasta el final de la exposición. Porque hoy el coleccionismo es el protagonista del mundo del arte.
Al finalizar ese viaje sugestivo, muchos se preguntarán si el futuro del artista nos reservará una prosecución en este ámbito critico. Según palabras del mismo artista: “yo no decido Serán los coleccionistas quienes lo harán”.
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